Título original: Escapade
Año de publicación: 1923
Traducción: Esther Cruz Santaella
Valoración: Recomendable (ver último párrafo)
Si esto fuera un telefilme de esos de domingo a la hora de la siesta, tendríamos un BASADO EN HECHOS REALES tamaño XXL. Porque Escapada es algo así como el diario de los dos años y pico que Evelyn Scott pasó en Brasil con su amante. Y digo «algo así como» porque aunque el texto no tiene estrictamente la forma de diario, con sus entradas fechadas y demás, hay un claro ejercicio de rememoración. Además, pese a que los nombres de los protagonistas aparecen cambiados, el recorrido y episodios narrados también fueron narrados por la parte masculina de la historia.
Si esto fuera un telefilme de esos de domingo a la hora de la siesta, tendríamos un dramón de tomo y lomo. Ingredientes hay de sobra: pobreza casi extrema, imposibilidad de salir del país a causa de la Primera Guerra Mundial, maniobras de la ex-mujer de él, habladurías, etc.
Si esto fuera un telefilme de esos de domingo a la hora de la siesta, tendríamos un texto autocompasivo y sentimentaloide que habría que leer con un paquete de kleenex y una palangana, por los litros de lágrimas que tratarían de hacernos verter.
Por suerte, esto NO ES UN TELEFILME DE ESOS DE DOMINGO A LA HORA DE LA SIESTA ni se le parece. Escapada es la autobiografía novelada de un período muy concreto de la vida de la autora, la historia de una conciencia fragmentaria y derivada, la crónica de una derrota, de una vida estancada entre la hostilidad, el vacío, la resignación y la esperanza.
He estado acostumbrada a pensar en el sufrimiento como algo que embellece y que ennoblece. Ahora lo reconozco como algo que distorsiona, que hace a la gente espantosa.
Si tuviera que definir la novela, diría que estamos ante un «impresionismo existencialista». Porque la mirada se dirige hacia el exterior, hacia paisajes exuberantes y/o desoladores que no son otra cosa que el telón de fondo de las corrientes que agitan el alma de la narradora y protagonista: vacío, ansiedad, miedos, esperanzas… vida y muerte entrelazadas. Aquí no hay apenas espacio para una mirada «antropológica», como tampoco lo hay para la acción «pura».
Escapada es, por el contrario, un espacio saturado de luz y color pero rodeado de muros invisibles, un texto en el que destacan las descripciones e imágenes, así como su relación con el paisaje interior.
En el lado menos bueno está el capítulo final, completamente diferente del resto del libro en tono y estilo. Podemos conjeturar sobre su sentido en la obra (¿liberación final?, ¿cambio de rumbo?), pero rompe de tal forma con lo anterior que creo que hasta podría haber sido obviado.