Javier Ceballos Jiménez: Colaboración: Bóvedas de acero, de Isaac Asimov

Idioma original: inglés

Título original: The caves of steel

Traducción: Luis G. Prado

Año de publicación: 1954

Valoración: Recomendable para fans

Isaac Asimov es probablemente uno de los escritores más prolíficos del S. XX, y su influencia en campos como la ciencia ficción o la divulgación (tanto científica como histórica) es innegable, por lo podría asustar a uno el elegir alguna de sus obras para comenzar a conocerlo (recomiendo su página de la Wikipedia para hacerse una idea de la magnitud de su obra).

Famoso por su saga de La Fundación, dividida a su vez en subsagas y novelas, esta cuenta con dos sagas precuelas llamadas respectivamente saga de los Robots y serie del Imperio Galáctico.

Bien, teniendo en cuenta que Bóvedas de acero es la primera de una serie de 17 novelas e incontables relatos cortos, considero que es una buena piedra de toque para reseñar.

Si destaca por algo dentro de la bibliografía de Asimov es por la primera aparición de Elijah Baley y R. Daneel Olivaw (¿les dice algo esa R.)?, famosos personajes que continuarán apareciendo y siendo protagonistas principales en otras de las novelas del famoso escritor; en el caso de Daneel, seguirá apareciendo durante muuuuuuuchos años.

Respecto al argumento, el detective terráqueo Elijah Baley es requerido para resolver un caso aparentemente inexplicable en uno de los mundos exteriores; son estos mundos mucho más avanzados que la Tierra, y cuyos ocupantes sufren una fobia casi obsesiva respecto a los terráqueos. Para ayudar al detective, le encomiendan la ayuda de Daneel. Huelga decir que el caso revierte gran importancia, puesto que podría condicionar en el futuro las relaciones entre la Tierra y los mundos exteriores.

No quiero entrar más en el argumento para no provocar destripes, pero debo decir, que por cuestiones de la vida leí antes su secuela El sol desnudo y, el parecido entre ambos argumentos es más que obvio. De hecho, estoy seguro que leyendo uno de los dos libros cualquiera puede predecir el final del otro. Muy mal, Isaac.

Y por si acaso no se ha notado por mis palabras, hay un detective, un caso sin resolver… ¿qué es esto? Pura novela negra, de la que tantos ejemplares nos legó el bueno de Asimov. Es por eso que recomiendo esta novela tanto a amantes de la ciencia ficción como de la buena literatura negra. A esto me refiero cuando hablo de un buen uso de la ciencia ficción: no es un género en sí mismo, es simplemente un escenario donde colocar a nuestros personajes.

Aunque imagino que una de las cosas que quería representar Asimov en esta novela era la lucha de clases, no me parece esta muy profunda. Lo que sí me ha llamado la atención, y como muestra de la gran clarividencia que tenía respecto a la tecnología, es ya la reacción instintivamente repulsiva que sienten los humanos frente a los robots más humanoides: Asimov había descubierto en los años 50 el concepto de valle inquietante, un término que, por lo que leo, no fue mencionado hasta 1970, 16 años después de esta novela.

Por lo demás, los ingredientes clásicos de Asimov: acertijos con las tres leyes de la robótica, interacción entre humanos y robots, un planeta asolado por las presuntamente maravillas del futuro, ludismo generalizado, formas de novela negra, y final feliz gracias a la gran inteligencia/suspicacia del protagonista.

En resumen, me ha parecido que para ser de Asimov es un magnífico representante de su obra, pero algo lento y demasiado parecido a su siguiente libro. Lo recomendaría por el inicio de todo, y porque en sí mismo, aunque sin ser una obra de arte, también vale la pena.

Firmado: EPS

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Javier Ceballos Jiménez: Jon McGregor. La palabra para rojo


Idioma original: inglés

Titulo original: Lean Fall Stand

Traducción: Concha Cardeñosa

Año de publicación: 2022

Valoración: está bien

Jarvis Cocker dice que esta es la obra más apasionante que ha leído en mucho tiempo. En la contratapa del libro, y en un párrafo resaltado después de otro, de otro medio, que dice que La palabra para rojo (absurda traducción al castellano del título) es una obra maestra. Del autor no sabía nada en absoluto y de hecho uno de los incentivos de esta reseña, que esto es un blog y a veces somos así de evanescentes, era especular sobre si esta podía ser la primera reseña etiquetada como escritores bermudeños. Hasta eso me ha fastidiado la reseña, que dice que este es uno de los grandes autores de la literatura inglesa.

Centrándonos en la novela, esta es la historia de un expedicionario a la Antártida que sufre uno de esos episodios trágicos (de esos que Krakauer tan bien relata en sus libros) en medio de una zona inhóspita a temperaturas bajísimas, ventisca, nieve, aparatos de localización que dejan de funcionar o se quedan sin batería, etc. Con varias líneas que avanzan de forma algo dispar: la adaptación de la esposa a una nueva realidad, diferente que la del marido que se ausentaba por meses para las expediciones, ahora Robert ha sufrido un ictus y sus capacidades, en especial la del habla, han quedado ostensiblemente mermadas. La propia de Robert como víctima de la situación, riesgo asumido por su elección vital, y la de la investigación sobre las circunstancias de los hechos, ya que otro miembro del equipo expedicionario resultó fallecido. Resulta que McGregor no acaba de resolver ninguna de esas líneas, y la novela se hace especialmente larga en su parte final acudiendo a ese desenlace que no es tal. Lo siento, pero McGregor me ha parecido un escritor bastante normalito aunque en sí no es que la trama de la novela dé para mucha especulación. Quiero decir, sabemos que es un drama humano y sabemos que es el sacrificio implícito a ciertas actividades. Sabemos de lo exigente que puede ser para las familias. Pero me ha resultado particularmente irritante el tesón de McGregor en mostrar las secuelas de la afasia, en una parte final (la de Robert acudiendo a grupos de tratamiento con otras víctimas de ese tipo de dolencias), intentando aportar diálogos entre personas en proceso de reaprendizaje del habla. No pocos quebraderos de cabeza la habrá dado a la traductora. En ese momento, y sin desdeñar el valor que ello puede aportar en lo meramente narrativo, la poca fluidez, el ritmo ya algo calmado de la novela se estanca, y esa intención demostrativa se convierte en un inconveniente, acaba teniendo, no se me malinterprete, un ligero efecto grotesco, donde Lançon en El colgajo era eficaz en la descripción de un proceso de recuperación, McGregor casi lo caricaturiza.

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Javier Ceballos Jiménez: Pau Roca: Un día en la vida

Idioma original: Español

Año de publicación: 2023
Valoración: Entre está bien y recomendable
«Un día en la vida» es el beatlemaniaco título del debut del músico y fotógrafo (entre otras cosas) Pau Roca, guitarrista de uno de mis grupos favoritos, La Habitación Roja. 

Lo fácil y lo cómodo hubiera sido escribir una novela ambientada en el mundillo, pero Roca prefiere salirse de lo que quiza hubiera sido más tentador y sencillo y opta por un texto que es, al mismo tiempo, novela generacional y retrato de los últimos años de este país. 
Novela generacional porque «Un día en la vida» es la historia del derrumbe de un hombre de cuarenta y pocos años y me resulta muy difícil de creer que quienes estamos en esa franja de edad no nos sentamos identificados con lo que piensa o le sucede a Pablo, protagonista de la novela. Un trabajo anodino, un matrimonio tan anodino como el trabajo, una hija adolescente que pasa olímpicamente de él, la crisis de los cuarenta, etc. La vida…
Y retrato de los últimos años de este país porque Pablo y familia son un producto del lugar y de la época. Escuela concertada, ático en un PAU, carrera universitaria, mando más o menos intermedio en el sector servicios bancarios, etc. En cierta forma, un tratado sociológico (no sé si voluntario o no) sobre la clase media y la España del siglo XXI.
Dicho esto, creo que la parte «sociológica» funciona mejor que la propiamente novelesca. Roca es crítico y sarcástico, analiza con acierto estos «nuevos tiempos» y construye un personaje tan cínico y contradictorio como creíble. 
Por contra, en el lado novelesco, hay varios aspectos que creo que flojean. Por un lado, hay historias y personajes que no terminan de llevar a ningún sitio (los padres de Pablo, su hermano); por otro, la segunda y tercera parte de la novela, apenas 50 páginas de las 260 del total de la novela, no aportan gran cosa. O, mejor dicho, su aportación es escasamente relevante tras el «clímax» medio surrealista del final de la primera parte. Creo que puliendo (o podando o exprimiendo) estos temas la novela sería más «redonda». 
Pese a esto, «Un día en la vida» es el interesante  debut de un tipo que ha salido de su zona de confort, lo cual es algo que no siempre sucede. Solo queda animar a Pau Roca a continuar con la escritura y, ya puestos, pedirle que se anime con las letras de «La Habitación Roja». Esa mala baba que muestra en el libro podría quedar  muy bien!

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Javier Ceballos Jiménez: Irene Solà: Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres

Idioma original: catalán
Título original: Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres
Traducción: sin traducción al castellano de momento (próximamente en Anagrama)
Año de publicación: 2023
Valoración: recomendable

Después de la inmensa novela que es «Canto yo y la montaña baila» tenía muchas ganas y curiosidad por averiguar qué camino emprendía la autora así como ver si podía mantener el altísimo nivel alcanzado con su anterior obra. Y el resultado de tanta espera es dual, bajo mi punto de vista, lo cual me causa una altísima dificultad a la hora de reseñarla y valorarla. Vayamos a ello.

Irene Solà empieza de manera directa ubicando el inicio del relato en una escena dura, cruda, en una habitación que uno intuye muy oscura, umbría, sumida en una gran cerrazón, con un olor enrarecido, viciado, mohoso. Allí, en medio, está Bernadeta, muriéndose, luchando en cada respiración. En una silla, junto a su cama, está Margarida, quien más que hacerle compañía «sobre todo la vigilaba. Porque cuando Bernadeta se muriera, Margarida quería estar ahí. Y lo quería ver. Quería ver cómo la gracia y la salvación divinas le eran negadas por haberse mezclado tantas veces con el diablo». Y la casa, lúgubre, espera el momento. Porque «las sombras se paseaban sin pies por la casa. Cada rincón tenía una negritud propia, pesada, cavernosa y profunda. La habitación donde dormía Bernadeta era tétrica. La sala era lóbrega. Las escaleras parecían un pozo. La entrada era siniestra. La cocina era la garganta de un lobo. Sin fondo». En ese escenario de imagen prácticamente aterradora, la autora centra la historia en la casa, una historia que sucede durante un día entero en el cual trascurren siglos de penas y tragedias en una masía que asume el papel de personaje principal, desde donde evoca el resto de personajes que, de manera coral, visitan Bernadeta en sus últimos instantes de vida; es en ese lecho de muerte donde recibe la visita de las mujeres, unas mujeres que forman parte del presente pero también del pasado del pueblo, del territorio y que, de una manera u otra, a lo largo de varios siglos han tenido relación con esa misma casa. Esas diferentes mujeres tejen un mosaico coral en el que cada una de ellas cuenta su historia, un conjunto de vivencias que giran en consonancia con el territorio, el entorno y la casa. 

Irene Solà abandona parcialmente su estilo poético y su mirada caleidoscópica para centrarse en la brutalidad, hablándonos de tragedias, de familias destrozadas por la muerte de algunos de sus miembros a manos de famélicos lobos, de feroces criaturas existentes en los bosques que, más que rodear sus casas, las acechan y las cercan, ahogándolas, ciñéndose sobre ellas, en tierras pobladas por animales y por hombres brutos, salvajes, adustos, que someten a mujeres desesperanzadas y deseosas de marido, que buscan tener un hombre a su lado, cualquiera vale, «un hombre entero, que sea heredero y tenga un trozo de tierra y un trozo de techo. El demonio aceptó el trato. El alma de Joana a cambio de casarla». Un pacto con el demonio que originó, siglos atrás, toda una serie de infortunios y desgracias que aún siguen y persiguen y encierran las vidas de una estirpe de mujeres que de manera trágica establecen una relación con el destino que rodea el relato con un aurea de realismo mágico.

Así, en este libro la autora parece acercarse más al estilo de Bendicho y sus «Tierras muertas» (o en ocasiones a la Lana Bastašić y sus «Dientes de leche») que al suyo propio, más luminoso, pues el relato, aunque bien construido parece girar plenamente en torno a la tierra, los animales, la dureza y la crudeza de unas mujeres que viven en un entorno hostil es sus diferentes aspectos y facetas. Hay crueldad, hay criaturas deformes, hay niños sin pestañas, hombres a los que le falta un dedo, hay mucha brutalidad y abominación en un relato que roza lo grotesco y lo zafio y en el que abundan escenas de animales despellejados listos para ser cocinados en una cocina donde uno intuye suciedad, polvo e insalubridad en una casa cerrada y sumida en la oscuridad, una oscuridad en la que «no había hombres sin orejas, ni mujeres sin cara, ni niños hinchados llenos de excrementos, ni bebés amarillos, ni víboras, ni lobos, ni ahorcados, ni desmembrados, ni mujeres forzadas, ni apuñalados. Solo llamaradas. Solo un cielo siempre de noche. Y, de golpe, carcajadas, fulgores. Y estrellas. Y después un temporal sin fin. Llovía y llovía, y llovió tanto, que de la lluvia incansable se hicieron los mares y los ríos y los lagos. El agua era negra y avanzaba. Después se retiraba. Y el mar de abría y de la herida salía fuego. Como sangre». 

De esta manera, Irene Solà sigue dirigiendo su atenta mirada al folklore, a las narraciones orales, a las leyendas y rondallas, pero en este caso desde una mirada más lúgubre, menos jovial y alegre, agudizando su penetrantes mirada hacia un realismo mágico restringiendo a la vez el público al cual dirigirse en una narración puramente terrenal en la que el lector se encuentra buscando una trama y una continuidad argumental teniendo que sortear por el camino animales despellejados algunos, feroces otros y tierra árida que seca la boca de un lector sediento de encontrar algo de la luz, simbólica y estilística, que aportaba su anterior novela.

Y por ello mis sensaciones encontradas. Quizá sea una novela para disfrutar más del estilo, enfoque y estructura multicapa que de un argumento difícilmente perceptible. Porque uno puede reconocer la gran capacidad de la autora, su atrevimiento y su entrega, que se evidencia en la gran cantidad de bibliografía que ha utilizado (y que añade al final del libro) en aspectos referentes al territorio, a los cuentos populares, a las recetas de cocina y a logros sobre prácticas medievales de comadronas en las que se basa al hablar de partos. El trabajo es ingente y se nota, y permite constatar que Irene Solà tiene un talento inmenso y una gran capacidad para crear atmósferas y tejer a la vez un relato multicapa donde las frases fluyen y envuelven el texto. Pero puede suceder que, a la vez, uno no se sienta atraído por lo que cuenta porque a pesar que sea evidente que el estilo de la autora permanece intacto, y escribe bien, muy bien, otra cosa es que el argumento o la temática encaje en el gusto lector. Y en este aspecto el libro no lo pone fácil. Así que me cuesta hacer una valoración única del libro, pues a pesar de estar perfectamente escrito no me ha suscitado más interés que el de disfrutar de la imaginación y el talento de la autora. Que tampoco es poca cosa.

También de Irene Solà en ULAD: Canto yo y la montaña baila, Los diques

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Javier Ceballos Jiménez: Junichirō Tanizaki: La llave

Idioma original: Japonés

Título original: 鍵
Traducción: Ana Megumi Pias Suzuki
Año de publicación: 1956
Valoración: Recomendable (imprescindible para amantes de la literatura erótica o puritanos que necesiten expandir sus horizontes)
Menudo novelón, La llave de Junichirō Tanizaki. Encasillable dentro de la maltratada literatura erótica, es, en vez de la típica ficción pensada para que la leamos con una sola mano, una dignísima muestra de que cualquier género se puede poner al servicio de los temas universales y las indagaciones en torno al ser humano. 
¿De qué trata? Una pareja japonesa que lleva veinte años casada no se entiende en la cama. Él es un profesor, diez años mayor que su esposa, miope y de complexión débil, que pese a todo tiene un nivel muy alto de libido. Ella es una mujer lujuriosa y exigente, anquilosada sin embargo por una educación tradicional, una cultura machista y un acentuado rechazo hacia el físico de su marido. 
Ambos escribirán un diario enfocado en lo sexual, en el que plasmarán sus diferencias e intereses. Ambos dejarán patente, con el secreto deseo de que el otro se asome a sus pensamientos, sus deslices accidentales o premeditados, sus sospechas y sus racionalizaciones. Ambos se embarcarán, pues, en un juego perverso tan voluptuoso como autodestructivo, plagado de fetichismos (podofilia, voyeurismo, exhibicionismo, candaulismo…), celos, dudas y supuestas infidelidades. Ambos involucrarán, cada uno a su manera, al pretendiente de su hija e incluso a esta última en sus turbios tejemanejes. 
  
Muchas son las virtudes de La llave: la estructura, hasta cierto punto epistolar, de la novela; el tratamiento estilístico del conjunto, sobrio y elegante pero sumamente expresivo; la profundidad psicológica de sus protagonistas y de sus interacciones; los temas que baraja; el simbolismo de determinadas escenas; su capacidad para condensar el erotismo japonés; el reflejo que hace de las dinámicas interpersonales de los habitantes del país nipón. 
A mi juicio, La llave no es una novela perfecta. Yo le achacaría un par de defectillos menores: que podría haber explotado más algunos fetiches, que hay personajes secundarios que apenas aportan nada a la trama y que el ritmo se resiente cuando el protagonista convalece.
Asimismo, el final de la historia no me parece muy logrado: explica cosas que, a mi juicio, era preferible dejar en la ambigüedad, simplifica excesivamente las motivaciones de Ikuko y dinamita, vistas en retrospectiva, muchas de las ideas barajadas previamente. 
Son numerosos los debates que genera La llave. Numerosos e incómodos. Y entiendo que mucha gente querría censurar la novela, pues las conclusiones que expone (sobre todo las que expone antes de su final, insisto que frustrantemente simplista) son problemáticas para ciertos sectores de la sociedad. Pero ofenderse por un trabajo de ficción, y en especial uno como este, que en ningún momento pretende romantizar sus temas espinosos, es una pataleta infantil, así que dejémonos de milongas y examinemos qué intenta enseñarnos Tanizaki:
1. Desgraciadamente, la comunicación perfectamente transparente jamás existirá entre seres humanos; ni siquiera entre dos cónyuges que lleven varias décadas juntos. Algo parecido sucederá con las relaciones de poder entre personas, que nunca serán simétricas o harmoniosas.  
2. La frontera que delimita el deseo, el placer, el adulterio y el consentimiento es, cuanto menos, difusa y fluctuante.
3. El amor y la lujuria pueden ser autodestructivos y acarrear celos, problemas de salud, corrupción moral, etc…  
En fin: podríamos usar La llave, junto a La casa de las bellas durmientes, como representante quintaesencial del erotismo japonés. Aunque a mi juicio aquella es una obra artísticamente superior, ésta, sin ser todavía un referente igualitario (lo cual es lógico, teniendo en cuenta el año y lugar de publicación), tiene un sesgo masculino menos acentuado. 
La novela disgustará, e incluso ofenderá, a más de uno, pero que a mí me parece tan bella, delicada, fascinante y sugerente como perversa y retorcida. Esperemos que ni los progresistas neopuritanos ni los conservadores rancios nos impidan seguir disfrutándola en todo su oblicuo esplendor.      
Otras obras de Junichirō Tanizaki en ULAD: El elogio de la sombra, La madre del capitán Shigemoto

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Javier Ceballos Jiménez: Dolores Redondo: Esperando al diluvio

Idioma: español

Año de publicación: 2022 

Valoración: bordeando el recomendable

No he leído ninguno de los anteriores y muy exitosos libros de Dolores Redondo (debido, más que nada, a mis reticencias hacia la «mitología» y leyendas vascas), pero resulta que ésta su última novela cuenta con un argumento que llamó mi atención: en el verano de 1983 un asesino en serie escocés, que se pensaba había ya muerto o, en todo caso, dejado de matar, es localizado por un policía, Scott Sherrington, que le persigue hasta Bilbao, nada menos, justo antes de las graves inundaciones que aquel año sufrió la capital vizcaína. Por una parte, me resultó interesante la utilización o, mejor dicho, recreación de la figura de un serial killer auténtico, que actuó en Escocia a finales de los años 60, al que llamaron John Bible (es decir, Biblia-) lo cual, reconozcámoslo -y guardando el máximo respeto a la memoria de sus víctimas, por supuesto-, es de los mejores nombres posibles para un asesino en serie. Por otro lado, me atrajo la idea de trasladar la caza de este tipo a la babilónica Bilbao de los 80, ciudad -o villa, más bien- por la que, por razones que no vienen al caso, guardo no poco afecto.
Esperando al diluvio se desarrolla, pues, entre Escocia y Bilbao -con una paradita en Francia- y, en el caso del Botxo, sobre todo en el Casco Viejo y el entorno de la ría, por entonces muy diferente a la actualidad; el trasfondo es el de los conflictos políticos de aquellos años, el terrorismo, el ambiente de la Aste Nagusia y una banda sonora con canciones de Mocedades y Nick Kershaw (interesante cóctel, sin duda). Y, claro está, la amenaza del inminente diluvio. Por ahí se mueve el policía Noah Scott Sherrington -el nombre de pila no es casual-, en una persecución contrarreloj del asesino, con la asistencia de in joven ertzaina (policía autonómico vasco, para quien nos lea desde otras latitudes), una psiquiatra y un ayudante un tanto peculiar.
De hecho, si algo sorprende en la novela es la facilidad con que se mueven tanto el policía como el asesino en un entorno que no les es familiar: resulta que, ¡oh, sorpresa!,  ambos hablan un castellano prístino (de euskera supongo que andan más flojos, pero tampoco les hace falta) y se adaptan enseguida tanto a la peculiar geografía bilbaína como a las costumbres locales (bueno, al txikiteo y a la fiesta, que a eso se adapta todo el mundo). Es esta rápida aclimatación de los protagonistas, así como el recurso a varias casualidades y corazonadas -literalmente, de hecho- en la trama lo que más «canta» en la novela, por más que se trate de una obra de ficción. tampoco sé si era necesaria la inclusión de una historia de amor que, si bien no molesta, no resulta demasiado verosímil (y tampoco parece corresponder demasiado a la idiosincrasia vasca… aunque siempre hay excepciones).
A pesar de estas objeciones, debo reconocer que nos encontramos ante un thriller policíaco bastante bien llevado, puesto que, si bien no se asienta en la investigación de la identidad del asesino, que se conoce casi desde el principio, sabe conducirnos sin perder interés a lo largo de sus 500 páginas hasta un clímax especialmente dramático. Además, y por suerte,  John Biblia se sale del arquetipo del serial killer a lo Hannibal Lecter, absolutamente frío y calculador, y su antagonista, Scott Sherrington despierta, sin duda, la empatía del lector, pues sus especiales circunstancias dotan de una creciente humanidad al policía obseso, perfeccionista y algo repelentuzco que se presenta en un principio. Pero, sobre todo, ésta es una novela que da lo que promete y promete lo que da, con honestidad y buen oficio. Lo cual, hablando de literatura y más aún (aunque no sólo) en el caso de la literatura más comercial, no es poca cosa, me parece a mí…

Más novelas de Dolores Redondo reseñadas en Un Libro Al Día: El guardián invisibleLegado en los huesosOfrenda a la tormenta

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Javier Ceballos Jiménez: Eider Rodríguez: Material de construcción

 

Idioma original: euskera

Título original: Eraikuntzarako materiala

Traducción: Lander Garro y Eider Rodríguez

Año de publicación: 2023

Valoración: muy recomendable alto

Las comparaciones son odiosas. 

Solamente voy a decir eso. La historia de la literatura dispone de muchos ejemplos de textos sobre muertes de padres o madres. Una situación humana que puede disponer de muchos enfoques, y el tono de esos enfoques, mucha vez, define a un escritor. Porque ante la muerte de un progenitor uno puede oponer un cúmulo de sentimientos que incluirán miedo, rabia, desesperación, nostalgia, por supuesto tristeza. Uno también puede  mostrarse ridículo y expresar su rendida e incontestable admiración por encima de toda lógica, porque ningún padre puede ser perfecto aunque uno pueda verlo así. Todas las reacciones son legítimas, pero no siempre canalizarlas a través de la creación literaria tiene porqué dar lugar a una obra inapelable.

Pero yo decía que las comparaciones son odiosas. 

Material de construcción no es una elegía ni una postración rendida, ni una colección de frases inconexas de admiración pueril. Es una novela (así se define en su contratapa) que parece contener mucho material autobiográfico. Pero ante todo es una narración magnífica y madura de cómo uno asiste al declive inexorable de un ser querido. Sin lloriqueos y con una descomunal habilidad para trazar diálogos que calan en apenas un par de frases, en puras expresiones propias de personas de a pie, sin pretensión moralizante, sin humor negro gratuito, más bien con una dignísima abnegación, la mostrada por Eider, la hija, que contempla como su padre destruye a fuego lento su vida por el alcoholismo. Que asiste a sus infantiles pretextos para ausentarse y aparecer de vuelta en casa asolado por la borrachera. Con tres vértices, poderosos, pero desiguales, el padre como centro de gravedad, atendiendo el negocio familiar y aprovechando cada resquicio de su jornada laboral para ceder ante su vicio. La narradora, hija que se debate entre la disparidad de sentimientos que esa situación le provoca. La madre, cariacontecida ante la situación y protagonizando fulgurantes  destellos en esos chispazos que son los diálogos furtivos, una auténtica joya que aporta vitalidad, credibilidad, ritmo. 

Un retrato familiar que podría resultar trágico y cargado en otras manos, pero que en manos de la escritora vasca  resulta duro, con pocas concesiones, pero abrumadoramente honesto. Ni lagrimeo ni pornografía emocional a cambio de unos cuantos miles de ejemplares vendidos. Lo que decía de las comparaciones. En un mundo ideal Material de construcción sería un éxito desbordante, estaría alto en las listas, aunque fuera  para agradecer ese formidable diálogo interior de la narradora, sin aspavientos, sin desgarro ni necesidad de hurgar en el tuétano del lector, de apelar al sentimentalismo de bazar.

¿La lista de todos los  escritores que deberían aprender de este libro? Podéis añadirla en los comentarios.

Otras obras de Eider Rodríguez reseñadas en UnLibroAlDía:  Katu jendea  Un corazón demasiado grande

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Javier Ceballos Jiménez: Colaboración: La corrupción de un ángel, de Yukio Mishima

Idioma original: japonés

Título original: 天人五衰  Tennin Gosui

Traducción: Guillermo Solana Alonso

Año de publicación: 1970

Valoración: Imprescindible

Vaya por delante que siempre da pudor reseñar una obra como esta, pero me he atrevido a realizarlo porque, de las cuatro novelas que forman El mar de la fertilidad, era esta la única que no contaba con reseña en este magnífico blog, y, llámenle afán de completitud, llámenle TOC, me parecía que era algo a solucionar. Y la novela bien que lo merece.

Por si no lo sabe usted todavía, La corrupción de un ángel es la última parte de una tetralogía desarrollada por su autor a lo largo del segundo lustro de los 60 formada por las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados y El templo del alba.

¿Tiene sentido leerla sin haber leído las tres anteriores? Sí, puede ser, pero, a mi juicio, estaríamos dejando de lado información muy valiosa y probablemente acabaríamos con la sensación de habernos perdido algo.

Es inevitable abordar la obra de Mishima, y en concreto esta última novela de su vida, sin mencionar el elefante en la habitación: Tras enviar esta novela a su editor, Mishima, junto con dos compañeros de credo, y en protesta por la supuesta decadencia que estaba teniendo el rumbo de Japón, decide suicidarse. Perdónenme lo escueto del relato, pero no quiero que esto se convierta en un réquiem por Mishima ni tampoco obviar el momento vital por el que estaba pasando el escritor en el momento de escribir esta novela.

Bien, una vez dicho esto y quitado de encima, al lío: en esta novela Mishima nos ahorra las densas digresiones sobre religión y espiritualidad asiática que tantas páginas llenaban en El templo del alba y nos regala una lectura mucho más ligera, lo cual, qué quieren que les diga, agradezco: yo soy uno de esos lectores que no disfrutó para nada de esa parte del libro.

El magistrado (ahora abogado) Honda, ya en su senectud, vuelve a encontrar a una persona que cree es la reencarnación de Kiyoaki Matsugae, Isao Iinuma y Ying Chan (sí, también tiene los tres famosos lunares). En esta ocasión, el cuerpo anfitrión es el de un joven huérfano llamado Tōru Yasunaga, que trabaja en el puerto.

Honda, ahora viudo, en compañía de Keiko, durante una excursión se encuentran casualmente al joven en su trabajo, quedando Honda tan fuertemente impresionado por el carácter del joven que decide adoptarlo inmediatamente.

A raíz de eso, Tōru se muda a vivir con su nuevo padre, con los años gentilmente acomodado tras una fructífera carrera en el mundo del derecho, y descubre lo que es el lujo. Sin embargo, Tōru parece haber heredado lo peor de sus predecesores: la futilidad de Kiyoaki, la violencia y orgullo de Isao y la indolencia de la princesa Ying Chan. No es, bajo ningún prisma, una buena persona. Esto se revela en primer lugar en la manipulación de sus seres queridos, de la que, con clara psicopatía, se sirve para lograr sus fines, por muy crueles que estos métodos puedan llegar a ser.

Esta personalidad distante y agresiva se vuelve más acusada todavía con los años, al ingresar en la universidad y cumplir la mayoría de edad, llegando a chantajear a su padre adoptivo al pillarlo in fraganti cometiendo una tropelía que, de hacerse pública, podría arruinar la buena fama que tantas décadas de trabajo le ha costado ganar. Una muy reveladora charla con Keiko truncará sus planes y unos hechos inesperados nos llevan al final de la novela, donde Honda, ya muy deteriorado físicamente por la edad, decide realizar una última visita al templo de Gesshū para reunirse allí con Satoko (por menciones como esta es porque pienso que la novela es mucho más disfrutable si se han leído las tres anteriores).

Y en lo que respecta al estilo y al talento de Mishima, qué decir. Por paradójico que resulte, voy a citar un fragmento de otro libro (El templo del alba), por una parte porque me parece que en este párrafo se muestran elocuentemente gran parte de los vicios y virtudes de la forma de escribir de Mishima, y por otro lado porque releyendo esta crítica no quiero dejar la sensación de que considero a El templo del alba como inferior a cualquier otra parte de la tetralogía:

Ying Chan tenía la costumbre de concluir una pregunta con una inflexión ascendente a la inglesa. Sus últimas sílabas evocaban en Honda las colas violentamente retorcidas de las serpientes doradas en los extremos de los tejados de los templos tailandeses, cubiertos de rojas tejas chinas y que parecen alzarse hacia el cielo.

Cautivador, ¿verdad?

Otras obras de Yukio Mishima en ULADaquí

Firmado: EPS

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Javier Ceballos Jiménez: Christopher Buehlman: Muertos de segunda

Idioma original: Inglés

Título original: The Lesser Dead
Traducción: Óscar Mariscal
Año de publicación: 2014
Valoración: Recomendable (sobre todo para interesados)
Muertos de segunda, de Christopher Buehlman, ganó en 2015 el Premio a la Mejor Novela de Terror de la American Library Association. Aunque yo no la elevaría a clásico vampírico instantáneo, creo que el tiempo la situará en un lugar privilegiado dentro del canon. Y es que no sólo es tan entretenida como eficaz; también se inscribe en la tradición al mismo tiempo que aporta su granito de arena. 
Su descripción de los vampiros, por ejemplo, es bastante estándar. Sin embargo, modifica algunas de las reglas que los aficionados del subgénero dábamos por sentado. A saber: resulta que los no-muertos salen borrosos en fotografías pero sí se reflejan en los espejos, y que las cruces sólo dañan a los que anteriormente creían en ellas.
De las múltiples virtudes de Muertos de segunda, destacaría la principal: tiene muy claras sus pretensiones. Quizá su parte reflexiva quede un tanto coja, pero la obra deja claro en todo momento que prima la acción, la casquería y el humor negro al fondo.
Por otro lado, la voz del narrador, aunque algo irregular, es siempre carismática y divertida. Desde el inicio nos advierte que no debemos fiarnos de todo lo que dice y confiesa que es un poco cabrón, y aun así le cogemos cariño. A eso hay que añadir el encanto del léxico que emplea, salpicado de coloquialismos y palabras propias («costrosos», «pelar», etc…).
Igualmente remarcaría que en estas páginas se despliegan escenas cojonudas. Entre las terroríficas, me encantan aquélla en la que Margaret atormenta a un Joey todavía humano, la de la incursión de éste en el castillo Belvedere o la que muestra fugazmente el verdadero aspecto de los niños.
Ah, y cómo olvidar ese final. Ciertamente, es efectista; sin embargo, recontextualiza toda la obra y juega cruelmente con nuestras expectativas, así que buen trabajo, Buehlman.
Dicho esto, la novela no es, ni de lejos, perfecta, mas advierto que unas cuantas de las cosas que consideraba defectos mientras la leía se revelaron, durante el mentado final, en tanto que decisiones estilísticas o argumentales deliberadas. Pero bueno, excusarlas o no dependerá de cada lector y lo mucho o poco que le convenza el desenlace.
En primer lugar, señalaría que la extensión de Muertos de segunda me parece exagerada. Pese a uno lee el libro sin reparar en el número de páginas, de tan adictivo que es, lo termina sintiendo que había pasajes redundantes o que se desviaban del núcleo principal en direcciones poco interesantes. 
Asimismo, creo que tiene un elenco demasiado grande. Eso no sólo provoca que cueste recordar los nombres de todos los personajes, amén de su ubicación en la historia; también hace que muchos de ellos apenas se desarrollen, o desaparezcan abruptamente.
Por último, le reprocharía que la lógica interna que establece es a veces inconsistente, y que no saca partido a sus escenarios a nivel atmosférico ni aprovecha ciertos elementos (por ejemplo, los «nunchakus» del protagonista).
En resumen: Muertos de segunda es una novela entretenida que cumple holgadamente su cometido. Hará las delicias a los amantes de la literatura vampírica; sobre todo a aquéllos que no acudan a ella con más expectativas que pasar un buen rato y consumir saludables dosis de casquería y humor negro.

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Javier Ceballos Jiménez: Xenia García: Kudryavka (perra de pelo rizado)

Idioma original: Español 

Año de publicación: 2023
Valoración: Muy recomendable 
Pues sí, amigos, este es un libro que debería figurar en las amadas y odiadas listas de «lo mejor del año de este 2023». Porque tiene fuerza, fondo, forma, estilo, ritmo… (Joder, parezco el puto José Luis Moreno presentando a una vedette).
Ya un primer capítulo brutal, apenas dos páginas plagadas de frases breves y contundentes que resuenan como martillazos en el cerebro y con los que la autora se ventila 14-15 años, marca el tono de una novela narrada en primera y segunda persona con aterradores incisos en forma de listas, informes periciales, instrucciones, etc y protagonizada, en cuanto a personajes, por Pepa, El Hombre, El Hijo y La Niña.
El argumento podría resumirse así. Doce años después de su divorcio, muere en extrañas circunstancias el exmarido de Pepa. Cuando esta va a la casa que El Hombre compartía con El Hijo, descubre el horror y el monstruo que se escondía tras la fachada.
Pero sería injusto centrarnos en la brutalidad de lo que el texto sugiere sin mostrar de forma explícita (y de ahí, quizá, que posea aún más fuerza) porque «Kudryavka» tiene un gran potencia estilística. Al ya comentado uso de la frase breve y tajante se une una circularidad opresiva y una poética oscura (se puede extraer belleza del horror, aunque sea a través de la palabra) que hacen del fondo y la forma un todo de altísimo nivel.
Por otro lado, también sería injusto centrarnos en los terribles sucesos ya sugeridos porque creo que, en el fondo, el tema fundamental de la novela es la CULPA en sus más variadas formas: la culpa procedente de los roles y expectativas incumplidas, la culpa como forma de violencia y control en sacrosantas instituciones como el matrimonio, la Obra (con su historial a cuestas) o la familia,  la culpa (auto)impuesta, etc.
En resumen, «Kudryavka» es una visceral novela psicológica, pese a que una y otra puedan parecer contradictorias, en la que destacan por encima de todo su estructura formal, el manejo de las dos principales voces y su aterradora poética.
Solo el tiempo dirá si este muy recomendable acaba convirtiéndose en imprescindible.

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