Javier Ceballos Jiménez: Shirley Jackson: El reloj de sol

Idioma original: Inglés

Título original: The Sundial
Traducción: Maia Figueroa Evans
Año de publicación: 1958
Valoración: Recomendable (aunquen no para todo el mundo)
Cuando uno acude a las obras de Shirley Jackson ya sabe, a grandes rasgos, con qué va a toparse. A fin de cuentas, la pluma de la autora rezuma personalidad autoral, y sus historias giran siempre en torno a los mismos temas, personajes y escenarios. 
Pese a esto, Jackson todavía depara sorpresas a sus lectores. A mí me maravilló, por ejemplo, con la apabullante originalidad de Siempre hemos vivido en el castillo, e hizo lo propio con la extraña unicidad de Hangsaman. Ahora vuelve a asombrarme con El reloj de sol, sátira cáustica donde las haya cuya premisa resulta de lo más curiosa.
¿De qué trata esta novela, preguntáis? Pues de un grupo de personas, parientes y conocidos, que conviven en una gran mansión. Una serie de circunstancias las llevarán a creer que el fin del mundo se avecina y que ellas se convertirán en los últimos seres humanos sobre la faz de la tierra. Mientras se preparan para semejantes acontecimiento, friccionarán en un ambiente asfixiante y disfuncional.
De las virtudes de El reloj de sol destacaría:
  • Su negrísimo sentido del humor.
  • Las interacciones entre personajes. Me gustan especialmente, por su oblicuidad, aquéllas que involucran a la señora Halloran, Essex, Julia o Fancy.
  • Ciertas escenas magistralmente narradas. Pienso, por su enfoque onírico y su factura expresiva, en la de la ¿visión? de la tía Fanny. Asimismo adoro, por el cinismo que desprende, aquella en la que los habitantes de la mansión se relacionan con algunos miembros de «los verdaderos creyentes» en el capítulo 5, o la perversa trampa que la señora Halloran tiende a Julia en el 9.
  • Su capacidad para crear microcosmos que se encajan los unos dentro de los otros cual matrioshkas (la casa donde transcurre gran parte de la historia, pero también la de las muñecas de Fancy, o el apartamento dentro de la mansión que ocupaba la madre de la tía Fanny).
  • Su clímax, cruelmente ambiguo.
Por otro lado, estos son los defectos que le encuentro a El reloj de sol:
  • Es una propuesta algo irregular. Aunque su idea global es harto interesante y ostenta pasajes brillantes, la novela llega a hacerse pesada o atascarse.
  • Tiene demasiados personajes. Al lector le cuesta ubicarlos a todos, y la autora no exprime a varios de ellos.
  • Su ritmo. Entiendo que es deliberadamente lento, pero por momentos lo es en exceso.
Resumiendo: El reloj de sol es una novela muy particular. Aunque a mí me ha gustado mucho, no la recomendaría para iniciarse con Jackson. Sea como fuere, tampoco la descartaría, en caso de que la autora os guste y la premisa os llame la atención. A fin de cuentas, está perfectamente escrita, ostenta sinergias interesantes, tiene pasajes extraordinarios (de corte onírico o directamente extraño) y hace gala de un sentido del humor magnífico.
También de Shirley Jackson en ULAD: Aquí

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Javier Ceballos Jiménez: Giosuè Calaciura: Yo soy Jesús

Idioma original: italiano

Título original: Io sono Gesù

Traducción: Miguel Ros González

Año de publicación: 2021

Valoración: Se deja leer

Interesante, atractivo. No me refiero a ningún actor famoso, sino a un libro que promete contar la historia de Jesús de Nazaret en sus años jóvenes, esa etapa de la que aquello que se llamaba Historia sagrada no dice casi nada, al menos que yo sepa. El Mesías de los cristianos, profeta para los musulmanes, era un hombre de carne y hueso al margen de otras consideraciones, y debió tener una infancia, una adolescencia y una primera juventud. Ante este vacío, Calaciura ofrece una versión posible, fantaseando sobre cómo pudo ser, creando algo que con un criterio laxo podríamos clasificar como novela histórica. Y sí, me parecía interesante, aunque no del todo novedoso, porque otros ya lo hicieron antes, como el conocido El evangelio según Jesucristo de Saramago, que no he leído y creo que se adentra en el mismo tema. 

Las expectativas son importantes cuando leemos un libro, lo que uno espera de él antes de empezar o consumidas unas pocas páginas va a determinar en buena parte la opinión que finalmente nos formemos. En este caso yo esperaba una recreación en la que el necesario grado de imaginación entroncase con lo que sabemos (en mi caso, muy poquito) por los pasajes bíblicos, pero también con el contexto histórico, una visión diferente, laica si se quiere, de una etapa que resulta desconocida, quién sabe si por desinterés de los evangelistas o por la voluntad deliberada de ocultarla.

Jesús escribe en primera persona, una especie de memorias de juventud que se inician a una edad indeterminada que podríamos situar en la adolescencia. Y el relato que se monta Calaciura lo describe mejor que nadie uno de los inevitables elogios que adornan la solapa: ¡El Evangelio de Calaciura es una novela de aventuras! (lo dice Tutti Libri). Al margen de la rima, supongo que involuntaria, y del muy discutible carácter elogioso de la cita, es exactamente así. En vez del niño seriecito que se perdió y fue encontrado en el templo discutiendo con los sacerdotes (episodio por cierto ausente del libro), lo que sí tenemos es un circo ambulante, un par de novias, bandidos no identificados que arrasan la aldea, ataques de perros asilvestrados y una sequía que calcina los campos. En algún momento se puede pensar que el autor está dándole una vuelta a las siete plagas de Egipto, pero lo dudo mucho, creo que simplemente se ha lanzado a un relato de acción, en general además bastante deficiente.

Deficiente porque tiene el tono algo recargado de cierta literatura juvenil y, al margen de algunas incongruencias y anacronismos, sobre todo porque casi todas estas aventuras resultan simples, reiterativas y gratuitas, sin un origen justificado ni desarrollo o conexión a una idea coherente. Una especie de pasatiempo que podría haberse prolongado doscientas páginas más si Calaciura hubiera seguido tirando de esa inventiva un poco pueril, o su editor se lo hubiese aconsejado.

Pero, claro, le he puesto una valoración en la que algo se puede salvar. Quizá el aderezo de algunas escenas y personajes bíblicos muy conocidos (aunque creo entender que colocados de forma bastante caprichosa), insinuaciones bastante bien traídas en torno a la ya clásica disquisición sobre la virginidad de María, o ligeros apuntes (insuficientes) relacionados con la suspicacia de Roma ante cualquier atisbo de rebelión en sus posesiones. Tal vez lo más logrado es la muy diferente relación que José y María tienen con su hijo. El padre parece intentar marcarle el camino hacia una vida normal de carpintero honrado, ella aparenta ocultar tras un velo de silencio el secreto decisivo que solo ha de revelarse cuando llegue el momento. Esa lucha interior de María se transmite de alguna manera a su hijo, que a veces es consciente de que hay algo importante que no conoce y que quizá no le permitirá vivir la vida normal que ahora le seduce. En este sentido, siendo generosos podríamos ponerle la etiqueta de novela de formación.

Esto, más alguna que otra escena bastante lograda, y un par de giros hábiles sirven para suavizar el fiasco. Pero, como decía antes, todo dependerá de las expectativas del lector cuando empieza el libro: he intentado advertir de lo que hay, pero si alguien gusta de una narración simple, entretenida y sin pretensiones, con el toque de color que le pueden dar personajes muy conocidos, adelante con el asunto.  

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Javier Ceballos Jiménez: Ottessa Moshfegh: Mc Glue


Idioma original:
inglés
Título original: Mc Glue
Traducción: Inmaculada C. Pérez
Año de publicación: 2014
Valoración: está bien

He de reconocer que cierto perfil de autor tiene la cualidad de atraerme hacia sus obras. Tampoco voy a negar que el aparato promocional de las editoriales obre su cometido y, en el caso de Ottesa Moshfegh, tanto Eileen como Mi año de descanso y relajación contaron con el suficiente atractivo para captar mi humilde atención, si bien para el caso de esta última aprecié cierta unanimidad entre sus lectores que me hizo albergar la esperanza de un cierto salto y que resultó, ecuación que no suele fallar, en una cierta decepción. A pesar de eso, Moshfegh me parecía una autora a seguir, por juventud y actitud y ante la constatación de que las carreras literarias pueden tener cierta fluctuación.

Primer contratiempo: en el mundo de los fajines y la sutileza (o no tanto) promocional, esta Mc Glue publicada en castellano en 2024 es una primera novela. No queda claro (me pasó hace un año con Mairal y Asteroide) si no se accede a la solapa interior, por lo cual el equívoco es, aunque sea sibilinamente, demasiado fácil. Esta no es la novela siguiente a un año… sino el debut de su autora. ¿Un engaño? Bueno, cada uno se pronunciará, pero, a un mes de Sant Jordi, y de una escritora que ya genera cierta expectación en fin, vamos a dejarlo y no nos metamos en especulaciones.

Mc Glue, al margen de estas reticencias, es, como mínimo, una novela valiente en su planteamiento. Nick Mc Glue está encerrado en un camarote en un barco, allá por 1851. Custodiado por marineros mientras el barco en el que navega se dirige al puerto donde será entregado para ser juzgado pues, dicen, ha asesinado a su amigo Johnson. Esto, amigos, es una novela psicológica donde asistimos a toda la reflexión de Mc Glue que se encuentra aturdido y confundido sobre los hechos, y sus 140 páginas (una primera parte en el barco y una segunda ya en tierra, recibiendo visitas de madre y abogado) representan un ejemplo de lo que se diría corriente de conciencia, pues hasta los diálogos son meros asideros para evaluar la progresión del personaje, errático y meditabundo, inseguro en todo momento debido a los efectos del alcohol, los pasados y los presentes, cosa que adscribe esta ópera prima en varias corrientes a la vez: la narrativa alcohólica, la confesión personal de cierto calado, la situación claustrofóbica propia de las novelas marineras. Con lo cual uno puede referirse tanto a Melville como a Saer (efluvios muy tenues de El entenado pueden surgir aquí) e incluso a obras emblemáticas como El túnel, pero siento advertir que esas referencias son solo temáticas. Me temo que Moshfegh alarga en exceso el planteamiento y convierte el texto más en una suerte de suspense sobre los hechos que veo irresuelto y que deja el valor de esta obra en meramente testimonial de ( e insisto en la valentía de la autora en elegir este escenario) un inicio de carrera.

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Javier Ceballos Jiménez: Fernanda Melchor: Falsa liebre

Idioma original: español

Año de publicación: 2013

Valoración: recomendable

Durante una entrevista, cuestionaron a Juan Rulfo sobre cómo logró capturar con maestría las voces del campo mexicano en sus cuentos y novelas, como si hubiera grabado conversaciones de la gente de los altos de Jalisco para luego transcribirlas. Al sumergirnos en sus relatos, es posible «escuchar» las voces emergiendo de la tierra. Rulfo respondió de manera muy honesta, aunque un poco avergonzado: “Tuve que inventarles el modo de hablar y de expresarse, porque ellos no se expresan así. Cualquier persona que tratara de encontrar esos paisajes o esas personas, no las encontraría. Quise retratar los rostros de esos personajes, pero la gente es común y corriente como en todas partes. No tenían nada de especial”. En “Falsa liebre”, se cae en la misma trampa.

Con una habilidad extraordinaria, Melchor otorga voz a sus personajes de una manera que recuerda a Rulfo; parece replicar fielmente su lenguaje, en este caso, el de jóvenes marginales de una ciudad costera mexicana. Aunque desconozco los antecedentes personales de Fernanda, es posible que su niñez en ambientes similares o su labor periodística le hayan permitido acercarse a la realidad de quienes poblarían su novela. Sin embargo, sospecho que, al igual que Rulfo, todo es inventado, resultado de la gran capacidad de fabulación de Melchor. Y con esto no me refiero a que Fernanda esté dándonos una visión manipulada de la realidad, si no que ha tenido que recrear y revivir esas personas imaginándolas como ella querría que fueran, tomando como punto de partida su ubicación y su contexto.

La obra narra dos historias: la de dos chicos que recurren al robo y la prostitución para sobrevivir y la de un joven que espera anhelante el nacimiento de su hijo, al tiempo que vive una vida sin significado ni motivación mas allá de las drogas. Ambas tramas se desarrollan en un contexto de marginación, violencia, adicciones, etc., entrelazándose fatalmente, muy al estilo de “Amores perros”. Lo destacable no es tanto la trama, que aborda la miseria y violencia (temas que personalmente me tienen un poco cansado), sino el estilo de Melchor, el cual es muy fluido.

En entradas previas de este blog, al reseñar otras obras de Melchor, se ha elogiado su destreza para emplear un lenguaje que combina la crudeza y pasión del habla cotidiana con su vasta cultura literaria, y concuerdo plenamente. La voz del narrador describe con precisión los escenarios, el ambiente, las motivaciones y conflictos de sus personajes. No obstante, al llegar a los diálogos, no puedo evitar recordar esas palabras de Rulfo, “ellos no se expresan así”. Aunque la ficción concede numerosas licencias, incluyendo la libertad en el uso del lenguaje, resulta chocante cuando un joven desfavorecido, carente de educación, afectado por las drogas y sumido en la pobreza, pronuncia diálogos que bien podrían rivalizar con los de Hamlet, pero aderezados con vulgaridades y blasfemias. Esta discrepancia me saca de la ficción y, hasta cierto punto, me hace sentir ligeramente defraudado, especialmente cuando se busca una representación fiel de la realidad. Es como ver a los indigentes en las telenovelas que, aunque despeinados y cubiertos de suciedad, lucen dientes blancos y ropa perfectamente planchada.

No me malinterpreten, leer a Fernanda Melchor es un verdadero placer. Y considero que esos aspectos que personalmente me resultan desagradables se atenúan en sus obras posteriores. Tanto el libro como su autora son altamente recomendables. Sin lugar a dudas, de las mejores escritoras hispanohablantes de su generación.

Otras obras de Fernanda Melchor en ULAD: Temporada de huracanesAquí no es MiamiPáradais

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Javier Ceballos Jiménez: Reseña + entrevista: Esta es tu casa, Fidel de Carlos D. Lechuga

Idioma original: Español

Año de publicación: 2024
Valoración: Bastante recomendable
Cuba es una de las protagonistas de la historia política del siglo XX. Ya 1898 parecía presagiar que la isla se encontraría en el centro de la vorágine del siglo XX. Y, aunque quedó fuera de foco en la primera mitad de siglo, la revolución de 1959 tuvo una innegable influencia en buena parte de los movimientos políticos de «izquierda» / anticolonialistas de América Latina, África o Asia.
No temáis. Hoy no hablaremos de Historia (con mayúsculas) sino de historias (con minúscula) y, en todo caso, de historias dentro de la Historia.
Porque «Está es tu casa, Fidel» es un libro de memorias que se sustenta en tres patas (la personal, la familiar y la colectiva) que no son compartimentos estancos sino vasos comunicantes. 
Y es que Carlos Lechuga Hevia, abuelo del autor, fue, entre otros cargos, embajador del gobierno revolucionario en Naciones Unidas y, por tanto, la familia del autor formó parte de la élite (o jetset) de la isla. Vamos, que no era de la familia real pero sí que estaba muy cerca.
Esta posición social, unida al culto a la personalidad del líder, hace que el Carlos Díaz Lechuga niño sienta una especie de fascinación por la figura de Fidel. El problema radica en que uno se hace mayor, ve cosas (contradicciones, disparates, etc) y esa imagen inicial vira hacia el desencanto, el miedo y el asco a medida que el aparato del estado pone el foco en uno, ya sea por un comentario, una película, un comportamiento sexual «inadecuado», etc.
Puestos a elegir, me interesa mucho lo que el libro tiene de indagación en la moral del esclavo, en la supresión de la incredulidad que acompaña a utopías devenidas en distopías (por tragicómicas que estas sean) y lo que el libro tiene de crónica, alejada de simplificaciones más afines a lo ideológico que a lo real, de un país de máscaras y mentiras, de susurros y silencios.
Pero mejor que todo esto nos lo explique el propio autor. En este vídeo de nuestro canal de Youtube podéis verlo:

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Javier Ceballos Jiménez: Clara Obligado: Las otras vidas

 Idioma: español

Año de publicación: 2007

Valoración: está bien

Me decidí a leer algún libro de la hispanoargentina Clara Obligado (o argentina residente en España, para ser más exacto) impelido por la admiración que le profesa cierta booktuber de la que yo, por mi parte, me suelo fiar. Vaya por delante que creo que me equivoqué con el libro elegido para comenzar con esta escritora, una recopilación de cuentos bastante delgadita y que, por tanto, parecía idónea para tal fin. No diré que el libro se me haya hecho largo, porque materialmente es imposible, ni tampoco que estén mal escritos -al contrario- o resulten dificultosos para leer, pero, a decir verdad, me han parecido que ni chicha ni limoná: en general, no me han dejado demasiada huella, e incluso, si no fuera porque he ido tomando notas de ellos según los leía, me costaría bastante recordad algo de aluno de los cuentos, incluso justo después de haberlos leído.

Podemos distinguir dos tipos de relatos en esta recopilación: por un lado, los más largos -tampoco mucho- y con un tono mucho más «serio», en ocasiones melancólico e incluso trágico, tocando temas como el exilio, la memoria y la muerte. Por otra parte, cuentos cortitos, de apenas una página o dos, más divertidos y con un trasfondo  erótico; de éstos, destacan, a mi entender, La sirena, en la que un pescadero venden una sirena en su establecimiento, Lenguas vivas, sobre las diferencias entre el castellano de Argentina y el de España -sobre todo en lo que toca al asunto que ya os podéis imaginar-, Los pecados de la carne, delirio erótico de una señora que hace cola en una charcutería, entre tanta salchicha, longaniza y demás embutidos y el cuento que abre el volumen, Yo, en otra vida fui avestruz, que va…exactamente sobre eso.

Por lo que respecta a los relatos más largos, es evidente que tienen un desarrollo narrativo mayor, más personajes, los protagonistas recorren un arco más amplio, etc. Pero esta mayor complejidad no siempre juega a favor de un resultado más satisfactorio; ejemplo de ello serían los cuentos más trabajados en el aspecto narrativo: El enviado, sobre la amistad entre un chico de «familia bien» de Madrid y el hijo de la portera de la finca, desaparecido de forma enigmática, y Paternidad, sobre la crisis de la mediana edad de un profesor universitario que acaba de ser padre por primera vez. Son relatos que, pese a su ambición y corrección formal -porque hay que señalar que la prosa de Obligado es siempre excelente-no acaban de despertar el interés del lector. O de este lector, cuando menos. otra cosa es lo que ocurre con los dos relatos largos que más me han agradado: Exilio, variaciones sobre las vidas posibles (o reales) de una(s) exiliada(s) política(s) y Con las mujeres nunca se sabe (Homenaje a Raymond Carver), en el que dos amigas inseparables de la infancia y juventud se reencuentran al cabo de los años al morir el marido de una de ellas y volver la otra, exitosa diseñadora de modas, al pueblo del interior de Argentina donde se crió. Un cuento en el que la autora consigue dar con el tono exacto de fría familiaridad , sin descartar la sorpresa.

En suma, una colección de relatos no diré decepcionante pero que tampoco mueven al entusiasmo. Repetiré con esta escritora, sin duda, pero dentro de un tiempo y quizás con alguna novela cuyas críticas sean positivas, de forma unánime, para no pillarme los dedos. Hasta entonces, chau, doña Clara

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Javier Ceballos Jiménez: Elizabeth Bowen: L’amant del diable

Idioma original: Inglés

Traducción (al catalán): Carme Geronés
Año de publicación de este volumen: 2023
Valoración: Recomendable
L’amant del diable es una antología editada por Laertes. Recoge diez relatos de la escritora irlandesa Elizabeth Bowen, escritos entre 1929 y 1952.
Todos ellos se podrían definir como sutilmente inquietantes. Priorizan la atmósfera y psicología a la imaginería; asimismo, abordan sus temas y mensajes oblicuamente, en vez de explicitarlos. No en balde, recuerdan poderosamente a algunas ficciones de autores como Walter De la Mare, Robert Aickman, Algernon BlackwoodShirley Jackson o Amparo Dávila.
En «Mabelle morta» («Dead Mabelle», 1929), un hombre solitario e introspectivo se obsesiona con una actriz de cine mudo. El pulso narrativo de Bowen, la forma en que la autora insufla vida al protagonista o el final redondo con que cierra la historia elevan una premisa simple al estatus de relato sobresaliente.
En «Ja hi tenim un peu» («Foothold», 1929), una pareja invita a un amigo que acaba de llegar de España a su nueva casa. Este es un relato sumamente ambicioso, en el que el lector debe leer entre líneas o interpretar silencios para descifrar las relaciones que mantienen los personajes.
En «El gat salta» («The Cat Jumps», 1929), una pareja de «agnósticos devotos» compra Rose Hill, casa donde un hombre asesinó brutalmente a su mujer, para pasar los fines de semana y los veranos. Este relato tiene un desarrollo poco convencional y un desenlace deliciosamente cruel; asimismo, lo permea una ironía tan fina como incisiva.
En «La pomera» («The Apple Tree», 1931), el trauma de la infancia de una joven recién casada drena su vida e incluso la de su propio marido. El final de este relato tiene unas connotaciones bastante interesantes. 
En «Un esperit animat» («The Cherry Soul», 1941), una joven llega a la casa donde una familia la ha invitado a pasar la Navidad, pero no encuentra más que a la tía de los junto a la chimenea. Su estructura circular y sus implicaciones se antojan tremendamente audaces.    
En «L’amant del diable» («The Demon Lover», 1944), una señora casada se reencuentra con un amante de juventud. El uso que Bowen hace del escenario medio derruido por los bombardeos, su capacidad para señalar detalles sin pecar de obvia y la tensión que imprime al segundo tramo de la historia contribuyen a que este relato sea sumamente efectivo.
«Els feliços camps de la tardor» («The Happy Autum Fields», 1944) me resulta imposible de resumir. Es, quizá, el relato en el que me ha costado más entrar, y que menos he entendido. Aun así, de él me han fascinado las oblicuas interacciones de los personajes, los diálogos repletos de dobles sentidos y su inquietante desenlace.
En «L’arç rosat» («Pink May», 1944), una mujer explica a una amiga cómo un fantasma al que nunca llegó a ver, pero que siempre presintió mientras se cambiaba de ropa, arruinó su matrimonio. Curioso retrato psicológico de alguien incapaz de asimilar que, en efecto, una persona puede destrozarse a sí misma su propia vida.
En «Grèvol verd» («Green Holly», 1944), el fantasma de una joven se entromete entre dos hombres y una mujer que conviven en una mansión. Excelente retrato de la abulia, la insatisfacción, pero también de la negación a aceptarlas del todo. 
En «Com un guant» («Hand in Glove», 1952), dos hermanas huérfanas que viven con su tía buscan casarse. La ambigüedad de su final y la caracterización de cierto personaje perturbarán a más de un lector. 
En resumen: me ha sorprendido gratamente el nivel de refinamiento de los relatos de Bowen, pues son capaces de llevar con destreza tanto premisas algo formulaicas como propuestas más atrevidas. También querría destacar que las historias de fantasmas de la autora me han recordado mucho a las de, por ejemplo, Violet Hunt o Edith Wharton. Y es que las tres escritoras eluden los tropos del subgénero para entregar ficciones simbólicas donde el espectro pocas veces llega a aparecer como tal.

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Javier Ceballos Jiménez: Tomoka Shibasaki: El jardín de la primavera

Idioma original: japonés

Título original: Haru no niwa (春の庭)

Traducción: Madoka Hatakeyama

Año de publicación: 2014

Valoración: está bien

Si entran a la cuenta de Instagram de Tomoka Shibasaki (es un perfil público, no crean que soy un acosador) tendrán una idea muy aproximada del tono de esta novela. Ciudades desiertas, paisajes desenfocados, callejones en penumbra, flores… Apenas hay personas, y aquellas que aparecen están de espaldas o son vistas desde lejos, haciendo imposible discernir sus rostros con nitidez. Parece que Shibasaki busca revelarse de manera indirecta a través de aquellos elementos que la influencian y obsesionan. De forma similar, «El jardín de la primavera» (premio Akutagawa 2014) está poblado por personajes de contornos difusos, con personalidades ambiguas y, en ocasiones, impredecibles, asemejándose a fantasmas que deambulan por una urbe donde el tiempo transcurre de manera distinta.

Taro, un oficinista que reside en un complejo de apartamentos condenado a la demolición, se enfrenta al inevitable desalojo. El trasiego constante de mudanzas de los otros inquilinos se vuelve parte de la rutina. Aún sin decidir su próximo destino, Taro no se opone al cambio; más bien se sumerge en una profunda indolencia. Su calidad de superviviente de ese éxodo le hace trabar amistad con otra de las inquilinas que permanece obstinadamente en su apartamento. Esta mujer le cuenta su obsesión con la casa vecina, una edificación de estilo occidental y peculiar diseño. Dicha casa fue el hogar de una pareja de artistas, cuya cotidianidad quedó inmortalizada en un álbum fotográfico que acabó publicándose, y que aquella vecina estudia como una especie de Manuscrito Voynich.

Por una parte, Shibasaki trasmite la incesante mutabilidad de una ciudad como Tokio, donde los negocios abren y cierran, las casas son demolidas o renovadas, el paisaje nunca es el mismo. Pareciera un lugar donde es imposible echar raíces. Todo es provisional y, sin embargo, la rutina persiste, a pesar de cambiar de trabajo, de amigos, o incluso de casa. Tal vez esa crisis existencial pueda orillarte a obsesiones absurdas.

Por otro lado, esta pequeña novela tiene un aura de misterio, aunque muy tenue. Los personajes parecen esconder algo, ya sea de su pasado o de su carácter. Por alguna razón, Taro guarda los restos funerarios de su padre en el armario. La inminente demolición del edificio de apartamentos da la impresión de nunca llegar a culminar. La vecina no tiene otra razón de existir que aquella casa y sus habitantes. Todo así puesto sobre la mesa provoca desasosiego.

Shibasaki logra capturar un sentimiento de alienación y abandono no solo a través de sus personajes, sino también mediante el entorno que los rodea. La narrativa fluye entre lo real y lo onírico, enfocándose en crear una atmósfera de contemplación y misterio. La fascinación por la casa vecina y su historia inmortalizada en un álbum fotográfico se usa para contrastar el paso del tiempo de todo y todos los que la rodean. A través de estos elementos, Shibasaki sugiere cómo los espacios y los recuerdos configuran nuestra identidad y percepción del mundo.

«El jardín de la primavera» es una obra que, pese a su aparente sencillez, nos hace pensar sobre la existencia, la soledad, y cómo creamos un espacio personal que, a su vez, acaba por limitarnos. Con una prosa lírica y evocadora, este libro agradece las pequeñas revelaciones y los placeres efímeros de la vida que, en última instancia, es a lo más que podemos aspirar.

Finalmente, tengo que dar una advertencia para todos aquellos que aborrecen la ambigüedad y los finales abiertos. Leer este libro puede llegar a sentirse como ver una película mientras te quedas dormido.

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Javier Ceballos Jiménez: Serguéi Dovlátov: La filial

Idioma original: ruso

Título original: Филиал

Traducción: Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea

Año de publicación: 1990

Valoración: Está bien

La valoración Se deja leer equivale, o así lo veo yo, a decir si lo lees no te va a pasar nada malo, tu sentido estético y tu espíritu no se verán ofendidos, ni tu estómago dañado. Pero tampoco esperes más. De ahí al Está bien hay un escalón. Es lo mismo pero el libro tiene algo más, es entretenido, tiene cierto interés en algún campo, es novedoso, divertido, con una prosa especialmente agradable. Alguna de estas características me ha empujado a subirle la calificación a este libro de Dovlátov, que aunque tiene aspecto de semi-tocho, incluso con tapas duras, se lee en un pis-pas. Ágil, ligero, son para empezar algunas de esas virtudes que a veces agradan, quizá a falta de otras cosas más valiosas. (Además, como sé que el autor ruso tiene en este blog algún defensor destacado, es obligado andarme con ojo)

Dovlátov emigró a Estados Unidos a finales de los 70 del siglo pasado, tras comprobar que su estilo irónico y su tendencia a ir por libre no agradaban precisamente a las autoridades soviéticas. Tras ir dando tumbos por diversas publicaciones del exilio ruso, se empieza a hacer un nombre en el mundo occidental, y en esta su última novela se centra en un simposio de intelectuales eslavos celebrado en Los Ángeles en 1981. Con un lejano eco a un relato parecido de David Lodge, Dovlátov hace repaso de buen número de autores rusos emigrados, siempre con su tono caricaturesco. El problema es que (a pesar del ilustrativo y muy loable apéndice que ofrece, como es marca de la casa, la traductora Tania Mikhelson) es difícil que cualquier lector ajeno a la literatura y el pensamiento rusos del momento conozca a prácticamente ninguno de los nombres que se enmascaran tras los sosias propuestos. De manera que, en este aspecto, la sátira queda en buena parte devaluada.

Otra cosa es que nos pueda atraer el peculiar estilo del autor, estilo por cierto muy americano y que parece que provocaba sarpullidos en los más irreductibles defensores de la prosa tradicional rusa, con su componente trágico y algo grandilocuente. En Dovlátov domina por completo la frase corta y el parrafito redondeado con una humorada, la agudeza que, hay que reconocer, a veces hace reír aunque ni siquiera identifiquemos a sus protagonistas.

Por lo demás, y salvo que nos interese mucho la biografía del autor, tampoco le encuentro nada mucho más atrayente. Tal vez lo único puede ser la peculiar relación del protagonista con una antigua novia, figura tras la cual se encuentra por lo visto la que fue la primera pareja (y no sé si esposa) de Dovlátov. Lo presenta el libro como un reencuentro con ocasión del citado congreso de intelectuales, relatando la extraña coincidencia en paralelo a los pormenores de su antigua relación, cuando todavía eran universitarios en la URSS. La relación estaba ya entonces llena de encuentros y desencuentros, supuestas infidelidades, arrebatos amorosos y distanciamientos sin una explicación clara, algo con un componente tóxico que el autor no llega a explicarse del todo y que, pasados muchos años, sigue sin ser capaz de desentrañar. El dibujo está muy logrado, seguramente porque, como a veces ocurre, la situación da por sí misma para un buen repertorio de matices, desde el humor a la desesperación, la indiferencia, el apasionamiento y puede que hasta el odio.

El conjunto del libro, con ese fuerte componente autobiográfico que personalmente no me agrada demasiado, recuerda algo a su compatriota y coetáneo Limónov, a quien de hecho se cita un par de veces, aunque afortunadamente sin su insufrible egolatría. En realidad, son dos personajes que presentan bastantes semejanzas, si bien se diferencian en que Dovlátov parece haber asumido con naturalidad cierto estilo de su país de adopción y, aunque sigue escribiendo en ruso, aquella vieja tendencia a la ligereza y al sarcasmo que suscitaron el rechazo en su tierra le han venido muy bien para integrarse en el panorama literario norteamericano. 

También de Serguéi Dovlátov en ULADaquí

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Javier Ceballos Jiménez: Lucía Lijtmaer: Casi nada que ponerte


Idioma original:
español

Año de publicación: 2023 (reedición de un primer texto publicado en 2016)
Valoración:bastante recomendable

Lucía Lijtmaer (esta introducción empieza a ser algo repetitiva) es una presencia frecuente en los medios. Como crítica, como algo entre una tertuliana en ciertos circuitos alternativos, como agitadora cultural. Por supuesto, en sus artículos y sus libros, alguno de los cuales ya ha sido tratado aquí con una contundente opinión por parte de Beatriz: lectura obligada. Yo no voy a llegar tan lejos con esta, su primera obra publicada (oportunamente rescatada por Anagrama), pero he de decir que la sorpresa ha sido muy agradable. Lejos de encontrarme con una prosa condescendiente y proclive a la exhibición, se trata de un ejercicio honesto, casi osado para una primera obra, que abarca varios estilos.

Para empezar, podríamos emparentar Casi nada que ponerte con cierta corriente literaria que tiene que ver con la búsqueda de orígenes por parte de aquellos que viven lejos de sus lugares de procedencia. Lijtmaer se autodenomina catalana nacida en Argentina con apellido polaco (y judío, añade) y aunque el tono político no es el centro del relato, digamos que es una presencia subliminal constante y decidida por cuanto el relato se sitúa referencialmente en las consecuencias de las sucesivas oleadas provocadas por la inestabilidad en Argentina: la de las dictaduras, la del corralito. Lijtmaer regresa a su país de nacimiento para reportar la historia de Simón y Jorge, una pareja de empresarios del mundo de la moda que ya están en la fase de decadencia de su negocio y a los que, junto a otras personas (modelos, clientes) toma testimonio no solo de la evolución de la tienda en la que lo instalaron sino del propio itinerario de un país tan rico y atractivo como proclive a las convulsiones. El reportaje, básicamente constituído por entrevistas y diálogos, se articula en torno a las vicisitudes de la escritora en su regreso, año 2008, las evocaciones de las circunstancias que condujeron a que la familia se trasladara a Barcelona, no solo la suya sino la de otras familias argentinas, que salpimentan la narración y, paulatinamente, justifican una cierta paradoja: que el origen puede pesar en el corazón, pero la razón pesa lo suyo: Lijtmaer evoca esa Argentina en la que no ha vivido pero se reafirma en su decisión de mantenerse como está, que es lejos de ella en lo físico. Esos colosales trece mil kilómetros son mencionados en varias ocasiones.

Todo ello en casi doscientas páginas que se leen con interés, en las que Lijtmaer sortea hábilmente la inflamación, manteniendo un ritmo vivo y preciso, cuidando las formas de forma escrupulosa, lo cual descarta cualquier atisbo de oportunismo mediático. Estamos ante una narradora sincera, segura y sólida, cuya actitud se percibe claramente entre líneas, y este libro es cualquier cosa menos frívolo y ligero, al contrario, es un pretexto para un análisis particularmente acertado de esa nacionalidad, la argentina, que parece imprimir un cierto carácter.

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