Javier Ceballos Jiménez: Gerardo Fernández Fe: El último día del estornino

Idioma original: Español 

Año de publicación: 2011

Valoración: Recomendable

Ya lo hemos hablado en reseñas de otros libros de Gerardo Fernández Fe. Resulta «curioso» el funcionamiento del mercado editorial. Autores absolutamente intrascendentes, libros sujetos a modas o  coyunturas con una «vida útil» de escasas semanas copan las librerías al tiempo que autores como el habanero, con algo que contar, con historias universales y atemporales, han de recurrir a la autoedición para acercarnos su obra. En fin, ¡qué sabremos nosotros de los entresijos y los cálculos del mundillo!

El caso es que la novela que hoy traemos a este espacio sí que fue publicada en 2011 por una pequeña editorial española, aunque la edición que yo he podido leer es de este mismo 2023 y ha sido obra del propio autor. Esperemos que esta vez tenga más recorrido que hace unos años. El contenido lo merece.

Resumiendo. Como ya ocurriera con Hotel Singapur, El último día del estornino recurre a la historia dentro de la historia dentro de la historia… (la mise en abyme, que dirían los más intelectuales) para hablarnos de vidas posibles, de vidas soñadas, de vidas vividas por un personaje llamado Luis Mota (aunque puede que se llame Gabino o Nivaldo) que es, al mismo tiempo, protagonista y narrador, con lo que el autor juega con la famosa «cuarta pared». Joder, hoy tenemos el intelectual de lo más subido.

Así, el punto de partida es la entrada del tal Luis Mota en la Biblioteca Nacional de Caracas en busca de un libro sobre ornitología (pájaros y migraciones tal vez?). Un error / confusión le llevará a un libro de Deleuze en el que se esconde un arma y aquí, de la mano de la imaginación y del recuerdo, se abrirán una serie de caminos que nos llevarán de Caracas a La Habana, de Praga en 1968 a París y que nos hablarán de exilios, de amores (realmente magnífica la parte dedicada al matrimonio de Boris y la madre de Amaranta, su desgaste, ese fin del amor a través de gestos y silencios), de huidas, de esperanzas traicionadas, de religiones que arrastran consigo su correspondiente elegía.

Por tanto, autobiografía personal y crónica de un tiempo (segunda mitad del siglo XX / principios del XXI) atravesado por la Historia se aúnan en un texto que ya digo que escapa de la linealidad y de la pura narración «autobiográfica», ya sea en primera o tercera persona. Esto quizá pueda ahuyentar a un lector que busque algo más «convencional», con menos vaivenes, más «claro», pero quien acepte y guste el riesgo y el juego, seguro no saldrá decepcionado. Porque hay buenas historias, buen ritmo narrativo, un acertado manejo de las metáforas e imágenes y, sobre todo, porque hay buena literatura.

También de Gerardo Fernández Fe en ULAD: Hotel SingapurCuerpo a diario

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Ismael Martínez Biurrun: Solo los vivos perdonan

Idioma: español 

Año de publicación: 2022

Valoración: entre recomendable y está bien

Antes que nada, debo decir que la cubierta de este libro me encanta; de hecho, debió de incluirse en la entrada de las mejores cubiertas del 2022 y sólo un error puede disculparme por no haberlo hecho. Dicho lo cual, ¿puede que me haya decidido a leer esta novela sólo por su cubierta? Pues… en gran medida, sí, lo confieso, aunque no sólo; también me intrigaba lo que desvela la sinopsis del libro, que sugiere una narración híbrida entre el drama, el género fantástico y el thriller. Para ello, la novela incorpora elementos variopintos y, en un principio, difícilmente conjuntables: un atentado de ETA, un cuarentón en crisis, un niño con un tumor cerebral, el fósil de un anfibio del Paleozoico, una historia de fantasmas, un comunicador estrella de la derecha mediática, una presencia, más que sobrenatural, supraterrenal… En fin, toda una serie de ingredientes que parecen más que difíciles de casar, pero que Ismael Martínez Biurrun consigue articular en una narración del todo coherente; tal vez, incluso, la armazón que compone sea demasiado cerrada, un artefacto que funciona demasiado bien, sin dejar holguras o resquicios, momentos más relajados que dejen aposentarse la historia y, aunque pueda sonar contradictorio, ayuden a cimentar su verosimilitud (aunque cualquiera que lea esta novela me podrá replicar que la verosimilitud no es, precisamente, lo que más importa en una historia que mezcla aspectos más o menos realistas, pese a las muchas casualidades que, de hecho, articulan la narración, con otros fantásticos, sobrenaturales u oníricos. Sí, de acuerdo, pero, aún así, es obligación de todo narrador buscar la famosa «suspensión de la incredulidad», incluso en las narraciones más fantásticas o disparatadas que pueda pergeñar. O más aún en éstas, si cabe).

No quiero dar una impresión equivocada: en absoluto es ésta una novela fallida o desnortada -al contrario, si algo se puede aducir es que resulta un tanto «forzada», dicho sea con todas las comillas del mundo y en el sentido de que todos los componentes de su trama están atados y bien atados con nudos marineros de doble vuelta-; es más, al meritorio y a veces complicado ensamblaje de todos los elementos que he mencionado -y alguno más- hay que añadir un exhaustivo trabajo de composición de los personajes y la consecución de algunos momentos bastantes brillantes (por ejemplo, y perdón si adelanto demasiado de la trama a alguien, ciertas apariciones fantasmales, que a mí me supieron a poco; ojalá la novela hubiera explorado más ese territorio).

Además, la prosa de Martínez Biurrun resulta no ya irreprochable, sino que muestra una tendencia constante a elevarse por encima de lo meramente funcional; quizá su estilo, no obstante, de la impresión, al igual que la armazón de la novela, de encontrarse demasiado controlado y se agradecería , en algún momento, que su autor se hubiera «dejado llevar» en mayor medida… pero, en fin, estas son objeciones un tanto difusas e incluso febles: no se le puede reprochar a nadie escribir demasiado bien. En todo caso, es ésta una novela notable, que no decepcionará a los amantes de las historias intensas en las que se combina lo real con lo fantástico ni de los giros imprevistos en las mismas. Amén de los interesados en la literatura de buena factura y que explora caminos poco trillados, claro está.

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Reseña + Entrevista: El sheriff Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste, de Takeshi García-Ashirogi

Idioma original: Japonés (guiño)

Título original: Sherifu Gudmandu VS Pinheado, o algo así (guiño, guiño)
Traducción: Colectivo Juan de Madre (guiño, guiño, guiño)
Año de publicación: 2023
Valoración: A mí es que este tipo de cosas me gustan
Estoy eufórico. Porque encontrar un libro que parezca escrito especialmente para uno no sucede con frecuencia; y menos habitual todavía es que ese libro dé lo que se esperaba de él al tiempo que supera con creces dichas expectativas. Hoy vengo a hablaros de El sheriff  Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste (en adelante El sheriff  Goodman…). 
La editorial Pathosformel inscribe acertadamente este ciclo cuentístico de Takeshi García-Ashirogi en el «weird» y el «western«. No me extraña: en él se mezclan ambos géneros con pasmosa eficacia. Y es que en estas páginas encontramos pueblos de frontera con sus tabernas, burdeles y minas, además de duros cowboys ataviados con sombrero y armados con pistolas. Pero también hay elementos mágicos (una zahorí, un hechicero apache o un espiritista), viajes en el tiempo, referencias a la cultura popular y épicos «cross-overs».
Personalmente, me hubiera conformado con que El sheriff Goodman… fuera simplemente un entretenido y bizarro pastiche salpimentado con sexo, escatología, gore y humor absurdo. Sin embargo, Takeshi-senpai nos ofrece más, mucho más, que eso.
En primer lugar, su prosa es superior a la de esos escritores «pulp» que emula, ya que imprime un ritmo frenético a la acción sin por ello descuidar las descripciones o abusar de los diálogos. Por otro lado, sus premisas son más originales, y sus argumentos han sido ejecutados con mayor solvencia, de lo que hubiera sido estrictamente necesario, así que gracias por tanto, Takeshi-senpai, y perdón por tan poco.

Aunque tampoco penséis que el autor intenta distanciarse de esa literatura a la que homenajea; incluso la referencia constantemente, de forma más o menos explícita, y se recrea en sus humildes pretensiones, su desparpajo narrativo o sus simpáticas ocurrencias. Por ejemplo, ya desde el título, en la obra de Takeshi-senpai se rinde homenaje a esa tradición de los autores de bolsilibros que enfrentaban a un valeroso cowboy contra cualquier monstruo gótico (vampiros, momias, hombres lobo…). Tradición que nos ha regalado joyas como la serie de Monstruos en el oeste del prolífico Curtis Garland, o el más reciente Cara de muerto: Frankenstein está de vuelta, en el salvaje oeste!, de Luis Guallar.

Pero dejad que os cuente un poco de qué trata El sheriff Goodman… (al menos lo intentaré, aunque advierto que, si no leéis el libro, jamás lograréis haceros una idea certera de su contenido). A lo largo de siete relatos, en cierto modo autoconclusivos, Philip Goodman debe enfrentar distintas amenazas: el increíble Hulk, el paso de unas sufragistas por Goldville, un Death Note primigenio, la modernización del viejo oeste (encarnada en Hollywood), Pinhead y su séquito de cenobitas o un Karl Marx y un Friedrich Nietzsche reanimados. Asimismo, su leal ayudante, Mary Austen, detiene a una secta religiosa que venera a (y folla con) los dinosaurios.
Las formas que Goodman y Austen tienen de combatir todas estas amenazas son bastante ingeniosas (al contrario de lo que sucede en otros ejemplos «pulp», esas fantasías de poder donde un hombre apuesto y musculoso rescata a la damisela de turno a base de hostias). A veces son agraciados con cierto grado de conveniencia argumental, es cierto, pero en general sus victorias se sienten merecidas, y la supervivencia de los personajes implicados satisfactoria. 
Ah, nuestro sheriff se aleja bastante de la sencillez del protagonista arquetípico de la literatura popular. Para empezar porque es una especie de hombre trans, o al menos el equivalente de uno para la época en la que se ambientan sus relatos. A eso hay que añadir que ostenta una caracterización compleja que evoluciona a lo largo de los relatos.
Como podréis imaginar, hay muchos aspectos que resaltar en El sheriff Goodman… Ya hemos hablado de su disparatada mezcla de géneros, de las descabelladas ideas que alberga y de su agradecido formato (que entrega por un lado historias autoconclusivas la mar de entretenidas y, por el otro, va desarrollando paulatinamente un mundo y unos personajes). Pero a título personal querría reivindicar también su descacharrante sentido del humor, sus abundantes dosis de sangre, ciertas escenas de muertes pintorescas y sexo extravagante o su diseño de tres cenobitas completamente nuevos.
En cuanto a los relatos, diría que todos mantienen un nivel de calidad sorprendentemente homogéneo. Aun así, creo que mis preferidos son, por funcionar al mismo tiempo como gamberradas lúdicas y viajes metafóricos, el de los dinosaurios y el de los filósofos resucitados. También me gustó bastante el de Hollywood, por su fondo psicológico.
PD: Si todavía dudáis sobre si El sheriff Goodman… puede ser de vuestro agrado, dadle un tiento a «El rostro circuncidado«, relato que se puede descargar gratuitamente y que anticipa todo lo que encontrareis en este ciclo cuentístico.
***********************
A continuación adjuntamos un pequeño cuestionario que Takeshi-senpai ha respondido con suma amabilidad:
ULAD: Le he leído ya en múltiples registros, y debo decir que es usted un escritor muy versátil. Sin embargo, siempre acaba recalando en el terror o la ciencia ficción pulperos, el «splatter», el humor absurdo o el bizarro. ¿Qué es lo que le atrae de estos géneros? 

T.G.A.: Lo popular. Lo popular que hay en ellos. Sabe, yo me crié entre las butacas de un cine de L.A, en el que mi madre era la encargada de la limpieza. Por eso, pese a mi sangre oriental y mexicana, el cine popular de los EEUU fue el cuento de mi infancia. En realidad, y puede que suene esto extraño, para mí la cultura popular es la verdadera cultura de vanguardia.

ULAD: ¿Tenía decidido desde un inicio que El sheriff Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste fuera un ciclo cuentístico compuesto por relatos con cierta continuidad, u originalmente imaginaba un conjunto que, aunque ordenado cronológicamente, fuera de corte episódico?
T.G.A.: En principio ni una cosa ni otra, sino que se trataba de un solo cuento en plan «splatter-western», justo el que da título al libro. Pero el personaje me conquistó de tal manera que no pude dejar de regresar a él, contando sus andanzas en el pueblo de Goldville a lo largo de su vida. 

ULAD: ¿Retomará las aventuras del sheriff Goodman algún día? Yo me leería cualquier secuela, «spin-off», adaptación gráfica o versión audiovisual que tuviera a bien regalarnos.
T.G.A.:  Jajaja. Pues la verdad es que sí que me sigue atrayendo la idea de continuar las andanzas de Goodman y su gente. Justo puede que haya un «spin-off» por ahí, para cierto proyecto que se está fraguando en la misma editorial que ha publicado la antología. Así que, tal vez, algún día regrese Goodman con el equipo completo. De momento, estoy enfrascado en la escritura de un «slasher» que se desarrolla en un viaje de jubilados; de hecho, últimamente el género «slasher» me tiene entregado.

ULAD: ¿Considera al sheriff Goodman un personaje trans? Nunca aclara si simplemente se hace pasar por hombre o si verdaderamente siente que su sexo no coincide con su género.

T.G.A.: Eso me ha comentado alguna lectora, que Goodman es trans, o rey drag o algo así. La verdad es que este es uno de esos casos en el que el personaje cobra su propia voluntad, y el escritor es un simple amanuense al servicio de aquél. Cierto que yo noté algo particular en el personaje, como su nombre auténtico o los sofocos en la cincuentena, pero si te soy sincero no llegué a concretar de dónde venían o a dónde iban esas particularidades.
ULAD: Además de enfrentar al bueno de Goodman contra Hulk, las sufragistas, un cuaderno Death Note, una secta que rinde culto a los dinosaurios, Hollywood, los cenobitas y dos filósofos de la sospecha resucitados, se menciona en un par de relatos que también combatió a una banda de atracadores que utilizaban muñecos vudú de banqueros para robar, o a ninjas llegados del Japón. ¿Cómo selecciona a tan variopintos villanos y antagonistas para él? ¿Puede revelarnos, de haberlos, otros que le quedaran en el tintero?

T.G.A.: Jajaja. Es verdad que dicho así de corrido queda una colección bien graciosa de contrincantes. La selección me llega de forma muy natural, normalmente porque estoy releyendo cómics o libros cuyos villanos me apasionan, o porque acabo de ver alguna película o serie que me inspiran el «cross-over». Quedan muchos en el tintero, de ahí que puedan llegar nuevas espeluznantes aventuras en el lejano oeste. Para un relato promocional aparecía la familia de La matanza de Texas; por ahí tengo apuntes del villano de la serie española Estoy Vivo, que vi por recomendación de mis anteriores editores españoles; un buen amigo de la infancia me dijo que sí o sí debía darle a la compañía del halcón del manga Berserk.

ULAD: ¿No le dan miedo las represalias legales que pueda ocasionar el empleao de personajes y objetos con derechos de autor (algunos superhéroes de los cómics de Marvel, el Death Note o los cenobitas y su Configuración del lamento)? Y, más arriesgado que desafiar la posesividad y avaricia de las grandes corporaciones me parece moldear a su antojo ciertos elementos de diversas franquicias. ¿Acaso no teme que los fans le linchen por ello?
T.G.A.: ¡Espero que no! Jajajaja. A los fans les diría que todo lo que ocurre en el libro no es «MCU» ni nada parecido; todo mentirijilla, y hecha desde el máximo respeto y admiración por los personajes tratados. A las corporaciones, en cambio, les recordaría que mi familia materna padeció un bombardeo atómico, y que, como estirpe,  de una experiencia así sales con muy poco que perder y muchísimo que ganar.

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Umberto Eco: Baudolino

Idioma original: italiano
Título original: Baudolino
Traducción: Helena Lozano Miralles
Año de publicación: 2000
Valoración: Muy recomendable

Debo empezar diciendo que me acerqué a esta obra que no conocía simplemente por ser de Umberto Eco; por no saber, ni siquiera conocía de su existencia. Sin embargo, había leído con anterioridad El nombre de la rosa y El péndulo de Foucault y, por decirlo de una manera ilustrativa, eso me había convencido para leer todo lo que pusiera Umberto Eco en el dorso, así fueran 50 libros.

Baudolino no llega a la altura de estos dos gigantes, pero sería una injusticia compararlos; basta cualquiera las otras dos obras maestras anteriormente citados para que nuestro semiólogo italiano favorito pasara a la historia. Pero ojo, eso no significa que este no sea un buen libro; como digo, simplemente no llega a la altura de las anteriores citadas.

En Baudolino, Eco nos cuenta la historia del personaje del mismo nombre, mentiroso por excelencia, pero tanto, tanto, que en ocasiones da la vuelta entera a la realidad y lo que inventa acaba por volverse real.

Empieza Baudolino contando este su historia y sus intrépidas aventuras al bizantino Nicetas Coniates, al cual utiliza como ellos mismos dicen como pergamino para contar su biografía. Esta parte comprende casi todo el título, salvo los capítulos finales en los que, Baudolino, al terminar de relatar su historia, se da cuenta de la importancia que han tenido ciertos momentos decisivos en su vida, hace propósito de enmienda, y, como dice el capítulo final, Baudolino se va.

Ambientada a principios del S. XIII, Baudolino cuenta a Nicetas (nos cuenta a nosotros, lectores) cómo pasó de ser hijo de campesinos a ser adoptado por el mismo Federico I; este procura darle la mejor educación posible, así que lo envía a París, donde se hace Baudolino rodear de una pandilla de sabios y tunantes (impagables) que le acompañarán durante largos años.

Es grande el cariño que siente Baudolino por su padre adoptivo, y trata de hacer siempre lo mejor para él y para el reino; sucede que a veces, maquillando un poco la verdad, se consiguen mejores resultados que dejándolo todo tal y como es en realidad. Huelga decir que ni Baudolino ni sus compinches tienen un mínimo de mesura y acaban por hacer temblar los cimientos más sólidos y sagrados de la cristiandad con sus mentiras. Pero eso sí, siempre con buenos fines, sin atisbo de ironía; no buscan lo mejor para ellos, sino para el emperador.

Una parte importante de la novela es la búsqueda del Preste Juan por parte de Baudolino y sus amigos, que, creyéndolo rey y sacerdote, imaginan como el apoyo perfecto para mantener a Federico I en el trono. Es la parte más aventurera de la obra, en la que nuestros amigos corren mil aventuras y se cruzan con todo tipo de gentes y criaturas.

¿Y el tono general de la obra? Pues Eco hace gala de sus amplios – amplísimos – conocimientos en la materia para sumergirnos en un mundo mágico y absurdo del que nunca sabemos hasta qué punto es real, y hasta qué punto es obra del fecundo magín del gran mentiroso.

Se nota que Eco disfrutó escribiendo el libro: maneja totalmente el mundo en el que se desarrolla la novela, tanto mezclando personajes inventados como utilizando personajes históricos para sus protagonistas. A la vez, utiliza leyendas existentes, así como hacer inventar a sus personajes nuevas leyendas que se han colado en nuestro mundo; se cruzan con todo tipo de personajes mitológicos semihumanos y mantienen también todo tipo de relación con ellos…

¿A quién no le va a gustar un baptisterio romano del siglo I una novela en la que unos poetas se convierten en estrategas de un ejército formado por esciápodos, sátiros, blemias y panocios? Además de otras criaturas más pacíficas como Hipatias, o más irracionales, como basiliscos o quimeras. No falta de nada, oiga.

Pero como suele pasar, este tipo de libros con tantísimas referencias se disfruta más cuánto más se sepa de la historia de la época y es posible pasar por alto los numerosos chistes internos en los que gusta prodigarse Eco. A mí me ha pasado, Wikipedia me ha ayudado mucho a “completar” la lectura.

Como nota final, y haciendo referencia también a esto último, la traductora se reserva unas páginas para explicarnos algunas de las dificultades con las que se tuvo que enfrentar, y, créanme, no parece un trabajo fácil. Me da la sensación de que la forma de jugar que tiene Eco con el lenguaje, mezclando el piamontés y distintos dialectos, no es nada fácil de traducir a ningún idioma.

Resumiendo: Como dije al principio, ¿recomendable? Mucho. ¿A la altura de otras obras de Eco? No, pero, como dije, no sería justo pedirle que mantuviera ese nivel.

Todo lo de Umberto Eco reseñado en la ULAD aquí.

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Elena Gómez Navarro:Cuando mi abuelo no pisó la Luna

Idioma original: Español 

Año de publicación: 2023

Ilustraciones: Carlota Téllez
Valoración: Ternura infinita

Pues no nos habrán dado el Ministerio de Cultura, siquiera una mísera Subsecretaría de Estado de blogueros, influencers e intelectuales orgánicos, pero aquí seguimos con nuestra vocación de servicio público. En esta ocasión, ayudando a los sufridos padres y madres a elegir los regalos navideños para pequeños lectores (y, ¿por qué no?, también para ellos).

Porque aunque Cuando mi abuelo no pisó la Luna es, evidentemente, un libro destinado al público infantil, también puede ser una lectura, breve y tierna, para un público adulto que seguro se ve identificado con la historia del pequeño Adrián. Y si no, que levante la mano aquel (o aquella, no la vayamos a liar) que no viera cómo su infancia o adolescencia terminaba en el momento en que uno de sus abuelos fallecía. En mi caso, desde luego, así fue.

Por lo tanto, podríamos hablar de un cuento infantil de iniciación. No, no se me lleven los puristas las manos a la cabeza por incluir un librito infantil de apenas una veintena de páginas en la misma categoría que las sacrosantas El guardián entre el centeno o La montaña mágica. Estas narran la transición de la niñez a la vida adulta y eso mismo es lo que, a grandes rasgos, retrata Cuando mi abuelo no pisó la Luna. 

Las principales virtudes del texto, además de su carácter atemporal y universal, son la de desprender ternura sin caer en la ñoñería y la de tratar al lector infantil como si fuese una «persona normal». Esto último es algo que me parece realmente complicado en literatura infantil, dar con ese tono adecuado, y creo que es algo que la autora consigue al no confundir inocencia con «idiotez». Puede parecer sencillo, pero creo que no lo es.

Mención especial para las ilustraciones de Carlota Téllez que acompañan (¿o debería decir se funden con?) al texto. Estas se sitúan a medio camino entre lo evocador, lo (por momentos) onírico y lo grotesco y hacen gala, en ocasiones, de un deliberado feísmo que seguro resulta de lo más atrayente para los peques.

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Toni Sala: Persecución

Idioma original: catalán

Título original: Persecució

Año de publicación: 2019

Traducción: Carlos Mayor

Valoración: recomendable (y más que eso, en algún momento)

Supongo que más de uno y una de quienes nos leen son también seguidores/as del videoblog o canal de YouTube Trotalibros; si es así, sabrán que su artífice, Jan Arimany, se ha mostrado más de una vez como un entusiasta valedor de la novela Persecució, del escritor catalán Toni Sala. No era de extrañar, pues, que a la hora de publicarla en castellano, se encargara de ello la editorial nacida a partir de ese videoblog y llamada de igual manera (una muy loable y, de momento, excelente iniciativa, por cierto). Me temo que yo no haya quedado tan impresionado por el libro, aunque, sin duda, es ésta una novela notable, escrita con una prosa compleja y musculada, con pasajes muy potentes. Sin ir más lejos, el comienzo de la narración: una mujer, que luego averiguamos que se llama Èlia, de unos cuarenta años y exitosa en el área inmobiliaria, nos cuenta que el hombre con el que había mantenido una relación sentimental durante un año le confesó un día que habría matado a su mujer, diez años atrás, y por ello había pasado por la cárcel. Èlia, impactada, le echa de su casa y pretende borrarlo de su vida, pero pronto se pone a buscarlo para pedirle una explicación. Así comienza una novela que gira alrededor de Albert Jordi -tal es el nombre del asesino-: no sólo le busca Èlia, también aparece otra mujer, Teresa, ex-azafata que trabaja de recepcionista en un hotel y dos ex-presidiarios, compañeros de cárcel  de Albert Jordi.

La novela, dividida en tres grandes partes, se estructura a través de capítulos narrados en primera persona por estos diferentes personajes -Èlia y Albert Jordi, principal y lógicamente, además de Teresa y Mercury, el mayor de los ex-presidiarios, comenzando y clausurando la novela Èlia-; estos cuatro  narradores no sólo nos van contando los hechos que ocurren en la trama -que tampoco tenemos que dar por definitivos, puesto que enseguida queda claro que ninguno de ellos resulta demasiado fiable-, también sus reflexiones, recuerdos, fantasías y hasta alucinaciones, en un o unos flujos de consciencia más o menos evidentes y, sobre todo, logrados. Porque, o al menos según el parecer de este reseñista, resultan bastante más verosímiles como personajes y su discurso más redondo tanto Èlia como, sorprendentemente, el delincuente Mercury (digo sorprendentemente por el desbarre del mismo, algo de lo que se podrá dar cuenta quien lea esta novela), mientras que, sin embargo, el personaje de Teresa me parece mucho menos creíble, incluso un tanto impostada. Por lo que respecta a Albert Jordi, que si no un protagonista claro, sí es el personaje alrededor del cual se desarrolla la acción, me hallo algo indeciso, pues a veces se nos presenta como la personificación del mal, con un comportamiento casi de un psicópata sin empatía, otras como un simple psicótico algo ciclotímico e incluso imbuido de cierta candidez y, en algunas ocasiones, una especie de Monsieur Hulot con cierta tendencia hacia lo vodevilesco (o, al menos, ese es el resultado de sus acciones).  En todo caso, es su vis maligna la que se impone al final en la apreciación del lector y, de hecho, la idea declarada por el autor es que esta novela, junto con la anterior, Los chicos, forme parte de una trilogía sobre el mal que Sala aún no ha concluido.

En última instancia, o incluso en primera, éste es un noir un tanto peculiar y, sobre todo, enraizado en el paisaje y paisanaje catalanes (lo que no significa que no podría funcionar a la perfección de desarrollarse en Galicia, en California o en Normandía): la acción se desarrolla tanto en Barcelona como en el Ampurdán, con presencia de realidades quizás algo escondidas para la mayoría de la sociedad, como los grandes mataderos en los que trabajan inmigrantes o el pasado reciente de los pescadores de Badalona (supongo que ya no existen). Además, la novela se desarrolla en el verano de 2017, no por casualidad: en ella aparecen tanto el atentado yihadista de las Ramblas como el ambiente anterior al referéndum del 1 de octubre, hechos que contribuyen a adensar el ambiente en el que se mueven nuestros personajes. Esta ambientación en un pasado inmediato y concreto le dota a la novela, sin duda, de un interés adicional para los lectores/as actuales, aunque también cabe el riesgo de cierto extrañamiento en los del futuro, mayor uno cuanto más lejano el otro. Algo parecido ocurre con ciertos temas que encontramos, más allá de la peripecia argumental, y que hoy en día son cuestiones espinosas que nos plantea nuestra sociedad: la violencia machista, el racismo, la crueldad -industrial, en este caso- contra los animales; puede ser que dentro de un tiempo también le parezcan a quienes lean este libro problemas periclitados, aunque mucho me temo que no será así… En todo caso, la contemporaneidad de la novela es algo que ahora mismo juega a su favor, pero ya veremos que ocurre con el tiempo.

No quiero terminar la reseña (y ya sé que se está haciendo un poco larga) sin hacer mención a la magnífica destreza literaria de Toni Sala, capaz, incluso en los momentos menos verosímiles o forzados, de mantener un altísimo nivel estilístico, ágil y sorprendente tanto en los pasajes más utilitarios como en aquellos que, como ya he mencionado, recrean los pensamientos, recuerdos y desbarres de los personajes. Ésta es la única obra que he leído de este escritor, de momento, pero si en otros libros el nivel es semejante, creo que nos encontramos ante un autor de primera categoría dentro de la literatura no sólo catalana sino española e incluso europea (estando un poco feo, ya lo sé  lo de clasificar a los escritores y artistas en general como si se tratara de caballos de carreras). Veremos si esta impresión se confirma en un futuro, pero, en cualquier caso y pese a las objeciones que ya he manifestado, Persecución resulta un indicio más que firme de que así puede ser.      

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Mark Bowden: Matar a Pablo

 Idioma original: inglés
Título original: Killing Pablo.
Traducción: Sandra Lafuente
Año de publicación: 2001.
Valoración:  muy recomendable 

Puede que la lectura de Matar a Pablo, dos décadas tras su publicación, quede mediatizada por el progresivo ascenso de la mitología en torno a su persona, a la que no negaré que Narcos, excelente y célebre serie, haya acabado de dar el empujón. 

Aunque hay que evitar ese tipo de cosas. Pablo Escobar ordenó muertes de inocentes porque eran familiares o afines de quienes le perseguían a él. Le dio igual que fueran funcionarios públicos ejerciendo la labor que les exigía su profesión, políticos que querían descabalgarlo de su inmenso poder, competidores en sus negocios o gente normal que no aceptó aquello tan famoso por una de las expresiones por las que también pasó a la posteridad: plata o plomo.

Así que siento decepcionar a quienes piensen encontrarse aquí una narración de pleitesía y veneración velada, porque Bowden, es, por encima de todo, un periodista, y esta es una brillante crónica de la ascensión y caída del jefe de una organización criminal que en la cumbre de su éxito quiso encarnarse en una especie de Robin Hood a base de comprar voluntades y adoptar una muy conveniente aura de disidente contra el poder. Esa espiral también implicaba que su huida hacia adelante no tenía opción de retorno.

Matar a Pablo solo tiene en contra el que todos esos hechos formen parte de la cultura contemporánea y que se haya llegado a banalizar su figura, con lo cual para los interesados queda, que no es poco, ese crescendo, esa dosificación de la historia que adquiere un tono épico a medida que adquiere poder, fortuna, relevancia, a medida que se embarca en febriles aventuras de representación política, en descabellados pulsos a los poderes no ya de su nación sino de los Estados Unidos, con lo que pasa a ser un enemigo común que obra el milagro de las extrañas alianzas entre quienes quieren ya no capturarle o perseguirle sino destruirle. Bowden construye de forma magnífica esa progresión y solo puedo alabar que, aún sabiendo (¿quién no?) cómo va a acabar todo, el libro mantiene el suspense, la atención, como pocos pueden conseguirlo, con lo que otra vez nos encontramos con lo que es básicamente otra obra de investigación periodística que trasciende géneros. 


Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Víctor Navarro: Una casa fuera de sí

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración:  Muy interesante

Empiezo por el final: me ha gustado mucho este librito. A veces es reconfortante leer a profesionales de un determinado sector ajeno a nuestro trabajo o aficiones más marcadas, sirve para abrir la mente hacia realidades de las que desconocemos casi todo y valorar puntos de vista en los que seguramente no habíamos reparado. En esta ocasión se trata de un libro relacionado con la arquitectura (ojo, Beatriz, esto te puede gustar), concretamente con la construcción de la Casa Gehry, la vivienda del propio arquitecto canadiense, hoy tan famoso, cuando era para casi todo un mundo un perfecto desconocido.

Gehry y su esposa habían decidido mudarse a Santa Mónica, y fue ella, la esposa, quien localizó una casa que consideró idónea, un caserón sin estilo demasiado definido, algo más bien anodino y similar a las viviendas de los vecinos. Para el joven arquitecto (véase en la foto con el bigote) la elección debió suponer o bien un shock por la vulgaridad de la construcción, o quizá un subidón pensando lo que podría hacer para aplicar sus ideas sobre aquel edificio. Porque el mantenimiento de la vieja casa, la elegida, debía ser una condición no negociable. Así que Gehry se puso a pensar cómo mejorar aquello.

La solución, aparentemente salomónica, fue mantener el caserón original y revestirlo con algo más interesante. Así que se decidió por añadirle una especie de cerramiento discontinuo (algo que recuerda a alguna de las cajas vacías de Oteiza), utilizando materiales baratos, incrustarle un cubo de vidrio y despojarle de buena parte de los acabados para dejar vista la estructura portante de madera. Es decir, una casa dentro de otra, generando un diálogo entre ambas, y renovando el carácter del conjunto a base de integrar materiales diversos y crear espacios comunes. Dicho sea todo ello desde el punto de vista de lo que el profano, es decir, yo mismo, ha podido sintetizar a partir de lo que cuenta el libro.

No hay en el texto apenas descripciones técnicas, pero sí reflexiones muy interesantes sobre la forma de imaginar y diseñar semejante rareza. Por ejemplo, la influencia de anteriores proyectos en los que Gehry había trabajado, como la Casa Davis (otro ejemplo de casa circunscrita en una especie de contenedor) o algunos centros comerciales, a cuyo origen y funcionalidades dedica el autor algunas páginas de gran interés. O la necesidad, desde el punto de vista conceptual, de que esa dualidad entre el viejo edificio y su nuevo revestimiento sea percibida tanto desde el exterior, que es lo más evidente, como desde el interior.

Lo más divertido es sin duda la indignación de los vecinos de un barrio tan apaciblemente burgués al contemplar esa cosa extravagante donde antes había un tranquilo caserón, seguramente tan parecido al suyo. Dice Navarro que lo más insoportable debió ser observar la vieja casa rodeada y perturbada de forma tan violenta, como si se tratase de un conocido torturado a la vista de todos. 

Parece mentira que un libro sobre un asunto en principio tan específico y tan técnico pueda resultar atractivo, pero en mi opinión sí que lo es, en buena medida porque está desarrollado, entiendo yo, sin entrar en demasiados detalles que pudieran desorientar o aburrir al lector, pero manteniendo el rigor necesario cuando se trata de valorar aspectos conceptuales o incluso artísticos. Es un mundo algo extraño el de los arquitectos, al menos el de aquellos que van un poco más allá de lo ordinario (y Gehry va bastante más allá), porque reúne elementos de multitud de campos, y se supone que el resultado debe mantener cierto grado de armonía entre todos ellos… aunque conocemos muchos ejemplos en los que no es así.

De hecho, en mi condición de simple curioso y lector raso, a la vista de las fotos de la Casa Gehry (unas cuantas incluidas en el libro), el invento me parece original, sí, pero francamente feo. Como tampoco, vistos los interiores, me parece una casa demasiado apetecible para vivir. Así que su evolución posterior, que también se cuenta, fue un progresivo y yo diría inevitable proceso de descafeinado, ajustando volúmenes, retocando paramentos y sustituyendo materiales para cambiar un poco menos de arte por algo más de confort. El autor, que me parece muy profesional pero también muy razonable, lo argumenta de forma impecable:

‘Toda obra inaugura un espacio de posibilidades que con el tiempo se van matizando, las soluciones se ponen en entredicho, las limitaciones funcionales se van consolidando, el entusiasmo va decreciendo, y la casa es empujada a una nueva mutación’.

Porque, señores, la casa le proporcionó a Gehry un prestigio que después no ha hecho más que aumentar, pero a fin de cuentas era una vivienda en la que supongo que cada día había que levantarse, desayunar y hacer todas esas cosas rutinarias que llenan nuestros horas. Y vivir en una obra de arte quizá no era la mejor idea.

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Colaboración: ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, de António Lobo Antunes

Idioma original: portugués

Título original: Que cavalos são aqueles que fazem sombra no mar?

Traductor: Antonio Sáez Delgado

Año de publicación: 2009

Valoración: interesante y muy recomendable para fans

¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? estaba destinada a ser la penúltima novela de António Lobo Antunes. Así lo manifestó el propio escritor en el momento de su publicación. Nunca sabremos si la última iba a ser Sobre los ríos que van, crónica de la enfermedad que había padecido dos años antes y el título que sucedió a aquel órdago. Quizá sería menos aventurado pensar en la inolvidable Comisión de las lágrimas, donde llevó su fabulación hasta el límite. Tanto, que por ejemplo en España los críticos que hasta entonces solían reseñar sus novedades hicieron mutis por el foro. Pues vale… Lo cierto es que después de aquel (aparente) arrebato continuó con su ritmo de publicación de libro al año. Pero esta pudo haber marcado un final innecesario que nadie quería.

¿Qué caballos son aquellos…? cuenta el declive de una potentada familia agrícola. La casa en cuestión la llevan de aquella manera un padre que no ejerce como tal, una madre que lo hace de forma relativa y una criada, Mercília, que hace lo suyo y lo que no hacen los demás. El matrimonio tiene cinco hijos: Francisco, João, Beatriz, Ana y Rita. En el momento de la agonía de la madre se reúnen todos alrededor en un encuentro de presencias humanas con fantasmales. Y empiezan a debatir los motivos que les han conducido a la decadencia y a una más que previsible extinción. El trasfondo podría tener ciertos símiles con el de Cien años de soledad, si no fuera porque aquí nunca hubo lo que se dice un pasado de esplendor. Los narradores se van turnando y cada uno de ellos aporta al testimonio común una serie de vivencias particulares, de todo lo cual resulta la tormenta sin ambages en que se encuentra la saga.

Antes de todo, lo que había eran unos ciertos posibles económicos y una extensa finca de ganadería. Cuando el aliento de la memoria se pone en marcha se ven unos hijos a los que arrastra la vida. Más allá del primer plano aparecen un padre entregado a actividades y compañías precarias; una madre abandonada a la religión y el tempestuoso recuerdo de su juventud; y una criada, de origen dudoso, que intenta suplir la falta de ambos referentes con más voluntad que eficacia. Los hijos son víctimas de existencias disipadas, clientes de Caronte todos sin óbolo para el viaje. Los hay desde los que esperan agarrarse al clavo ardiendo de la parte de herencia que les toque hasta los que habrían querido tener un verdadero hogar al que volver como reposo del guerrero.

Todos los miembros de la familia tienen su minuto de gloria, aunque se desmienten unos a otros y acusan de manipulador a quien reproduce sus voces. Este transcriptor no es otro que el propio Lobo Antunes, gran partidario de esa tradición iberista que rinde armas a ancestros de una literatura común como Miguel de Unamuno. Como es habitual en el autor, la novela es un río de poesía con la corriente desenterrando diamantes a cada poco. Por momentos no se sabe si los personajes, como múltiples Ulises, alcanzarán el descanso o tendrán que encomendarse a la divina providencia, que es prácticamente lo único que les queda. 

Firmado: César

También de Lobo Antunes: Aquí

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Daniela Alcívar Bellolio: Siberia. Un año después

Idioma original: Español

Año de publicación: 2019.
Valoración: Muy recomendable

No importa que tu historia personal sea extraordinaria o banal, alegre o dolorosa, que vivas en una gran ciudad o en la aldea más remota de la estepa siberiana. La clave en la literatura autobiográfica (o de base autobiográfica) está en tu capacidad, como autor, de trascender, de remover, de conectar de alguna manera con el lector. En todo esto y, también, en no caer en el lugar común, en la autocomplacencia o en el «ombliguismo».

Estos son los peligros a los que creo que se enfrenta y que consigue eludir un libro como «Siberia. Un año después», texto en el asistimos a la deconstrucción y reconstrucción de la vida de su protagonista a partir del hecho devastador que supone el fallecimiento de su hijo recién nacido (Cuidado que aquí el «a partir de…» no coincide con el punto de partida de la narración sino con el núcleo central desde el cual el texto se ramifica hacia el pasado y el porvenir, rompiendo así la linealidad y ofreciendo una imagen más real de lo que es la vida, una sucesión de hechos aleatorios e inconexos partidos por las heridas visibles e invisibles que deja el trágico suceso).

Digo que Alcívar Bellolio consigue eludir esos peligros y lo hace a través del fondo y de la forma. Es la suya una búsqueda, un retorno y una huida (al mismo tiempo), una narrativa visceral del cuerpo y del alma, una narrativa de la devastación, la culpa, el dolor, el deseo y el miedo que evita lo autocomplaciente en su búsqueda de sentido, una narrativa de alta carga poética y sensorial que rompe con lo lineal para tratar de juntar los retazos de un ser que quedó partido por la tragedia y que, a pesar de esta, busca la luz de los blancos espacios sin cartografiar entre los mares oscuros de la psique humana.

Es, en resumen, un texto fragmentario, duro, desgarrador (Llevo en el alma un tatuaje … llevo en el vientre una herida, y por dentro el útero hendido…llevo en el vientre un hueco infinito de dolor…) que, pese a cierta lejanía temática, pone nuevamente de manifiesto la extraordinaria salud de la que goza la literatura latinoamericana, en general, y ecuatoriana, en particular, escrita por mujeres.

Ver Fuente