Javier Ceballos Jiménez: Jesús Mosterín: La naturaleza humana (In Memoriam Emilio Prado)

La semana pasada, los componentes del blog recibimos la peor de las noticias imaginables: Emilio Prado, que se unió a nuestro equipo en abril de este año, había fallecido. Una noticia terrible, inesperada, dolorosa, que nos dejó sin aliento y sin palabras.

Aunque no tuvimos la ocasión de conocer a Emilio en profundidad, le habíamos cogido mucho cariño, pues su sencillez, sentido del humor y pasión por la literatura eran sumamente contagiosas. Sus reseñas destacaban por su espontaneidad, así como la versatibilidad  de sus intereses (igual leía novelitas pulp que ensayos sesudos, tal como compaginaba el ‘death metal’ con el jazz).

Emilio dejó programadas varias reseñas para este blog, muchas de ellas del género de terror, al que era muy aficionado. Hemos decidido publicarlas tal y como las dejó, a lo largo de los próximos meses, como forma de honrar su memoria, y porque creemos que a él le habría gustado que se leyesen. En esta primera reseña incluimos también, con permiso de su familia, una fotografía que nos mandó recientemente, en la que se le ve compartiendo un tiempo de lectura en un programa de voluntariado.

Descansa en paz, Emilio, nunca te olvidaremos.

 


 

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Idioma original: español
Año de publicación: 2006
Valoración: Muy recomendable

Jesús Mosterín fue un polímata español cuyo rasgo más característico de su pensamiento y obra podría decirse que era la concepción que tenía sobre la simbiosis existente entre filosofía y ciencia; en La naturaleza humana, desde ambos campos del conocimiento humano, Mosterín trata de crear una obra de divulgación accesible para todos los públicos.  

Comienza el libro con un breve capítulo mayormente filosófico sobre el tema del título, aunque pronto deja este enfoque de lado para centrarse en una faceta más biológica: evolución, vida y existencia del alma, siempre desde un punto de vista estrictamente científico, focalizan el primer cuarto del libro.

En esta primera parte, más allá del tema, un detalle que me llama gratamente la atención desde el punto de vista literario es el de poner en claro ciertos términos que se usarán a lo largo del libro y que se podría decir que son creados ex profeso para evitar ambigüedades; por ejemplo, “humán” por “ser humano”, o diferenciar entre experimentar y “experienciar”. Estupendo ejemplo de que el lenguaje se crea a medida que se crean necesidades y claro reflejo de la determinación del autor.

La parte central del libro toma la forma de divulgación científica en su concepción más directa con capítulos dedicados a los primates, genes, mente, lenguaje, cultura, hombres y mujeres. Están excelentemente desarrollados, mantienen fácilmente el interés a lo largo de la lectura y son muy instructivos, el autor no peca de superficial en ningún momento. Estos episodios pueden ser considerados como magníficas puertas de entrada si nos interesa el tema en cuestión y queremos profundizar en él con bibliografía más específica.

A partir de aquí los temas a tratar ya dejan un espacio más abierto a la ética y a la moral, cosa que Mosterín aprovecha sin pudor. No se cohíbe de expresar su opinión sobre temas controvertidos y la fundamenta; en el capítulo de Reproducción y eugenesia, por ejemplo,  no rehúye en ningún momento los tabúes sobre el tema y se muestra a favor de la llamada eugenesia positiva, asimilándola al uso de vacunas. En Muerte y eutanasia, por otra parte, también muestra su apoyo claro a la llamada muerte digna. Se debe remarcar que en estos capítulos la divulgación más pura se deja de lado para utilizar un tratamiento más parcial, más especulativo y no tan contrastado, por decirlo así.

En los capítulos finales es donde, desde mi punto de vista, se baja un poco el nivel; es una lástima que un libro tan bien construido, con un derroche de información tan bien plasmada y explicada de modo muy ameno, acabe con especulaciones sobre lo terrenal y lo divino, dándole pábulo a teorías halladas en un punto medio entre las corrientes New Age y las religiones panteístas tradicionales. No me cuela que el autor argumente que se limite a enumerarlas, más bien aboga por ellas de forma más o menos velada.

Estos últimos episodios, así como la introducción paulatina de opinión donde antes había información, en la segunda mitad del libro, es que lo me detiene de darle la calificación de imprescindible; considero algo sibilino que, tras unos cuantos capítulos de verdades irrefutables y axiomáticas, se introduzca poco a poco la visión del autor de ciertos temas de modo que pueda interpretarse también como un hecho contrastado. No lo considero ilícito, puesto que además mis opiniones personales son muy próximas a las de Mosterín, pero sí que me hubiera parecido más honesto advertir de cuando se especula o cuando se está informando.

Así y todo, considero que es una obra muy recomendable y que puede funcionar tanto como lectura “lineal” como fuente de referencia.

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Javier Ceballos Jiménez: VV.AA.: Ellas, las extrañas

Idioma original: Español

Año de publicación del volumen: 2023
Valoración: Recomendable

Ellas, las extrañas es una antología de cuentos inquietantes. Todos han salido de la pluma de autoras españolas. Todos podrían encasillarse dentro del terror, aunque presentan estilos, registros, escenarios, personajes y conceptos bastante variados.
De los diecisiete cuentos agrupados destacaría:
  • «El reloj de Bagdad», de Cristina Fernández Cubas. Me ha dejado tan buen sabor de boca como la primera vez que lo leí. Está narrado de forma exquisita y aprovecha al máximo las ambiguedades del lenguaje y la primera persona.
  • «La Voivodina rehén», de Pilar Pedraza. Aunque su contenido, bastante clásico, no me ha impresionado, la erudición de que hace gala Pedraza y la calidad que la escritora imprime a su prosa valen muchísimo la pena.    
  • «Plantas aéreas», de Pilar Adón. Tengo la impresión de que no lo he entendido al cien por cien, pero aun así me ha gustado. Además, creo que la confusión que deja es un efecto premeditado; en ese caso, ¡buen trabajo, Pilar!
  • «Perros naranja», de Marian Womack. Una joyita que crea un mundo propio en apenas unas páginas y explora conceptos sumamente complejos con tanta seriedad como atractivo literario.
También reivindicaría:
  • La imaginería de «Cinco hermanas», de Alicia Sánchez Martínez.
  • El enfrentamiento ante el que nos sitúa «Jaque al pastor», de Ángeles Mora.
  • El tono y mensaje de «Funeral de hadas», de Patricia Esteban Erlés.
  • La contundencia de Vacaciones», de Izaskun Gracia Quintana.
  • La apropiación de fórmulas y materiales previos perpetrada por «Rómulo y Julieta», de Gemma Solsona.
  • El humor negro de «Ofrendas», de Ana Martínez Castillo.
  • La simpática sátira de «Nunca pronuncian bien su nombre», de Sophia Rhei.
  • Ese pastiche argumental que es «Una mujer de ojos muy tristes», de María Zaragoza.
  • El toque carveriano de «Una buena amiga», de Tamara Romero.
  • El trasfondo semiapocalíptico de «El ojo de la mente», de Sére Skuld.
  • La crueldad de «Última oportunidad», de Isabel del Río.
  • La sorpresa final de «Vías», de Elisenda Solsona.
  • El enfoque estructural, narrativo y temático «#5funeralselfies», de Nerea Pallares.
Por ponerle pegas a Ellas, las extrañas, diría que:
  • Compila tanto joyitas como obras más rutinarias.
  • No consideraría que todos los cuentos entren dentro de lo que entiendo por extraño o insólito.
  • «Una buena amiga» y «El ojo de la mente» son autoconclusivos, pero ciertos detalles delatan que en realidad pertenecen a una historia mayor, lo cual puede llegar a desconcertar al lector.
En fin: pese a los defectillos antes mentados, recomiendo este volumen. Me ha provocado algún que otro escalofrío, me ha descubierto a autoras interesantes y me ha regalado ficciones excelsas. ¿Qué más se puede pedir?

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Javier Ceballos Jiménez: Amal El-Mohtar y Max Glastone: Así se pierde la guerra del tiempo

Idioma original: inglés

Título original: This is how you lose the time war
Traductor: Christian Rodríguez
Año de publicación: 2019
Valoración: recomendable / muy recomendable dependiendo de cómo de blandito tengas el corazón
 
¿Por qué me decidí a leer esta novela, preguntáis? Pues creo que habría por lo menos cuatro motivos. El primero es el título, realmente llamativo. El seguindo es la preciosa portada de Kevin Deneufchatel, que es una variante (mejorada) de la portada original y que refleja bastante bien el espíritu de la novela. El tercer motivo fue el argumento (¿viajes en el tiempo con rivalidad y piques entre agentes de facciones rivales? I’m in!). El cuarto, y último, es que esta novela corta ganó algunos de los premios más prestigiosos que se conceden en el género de la ciencia ficción: el premio de la Asociación Británica de Ciencia Ficción (BSFA), el Premio Hugo y el Premio Nebula. Todo sumado, parecían credenciales más que suficientes para una gran lectura, o por lo menos una lectura «disfrutona». 
 
Y en términos generales puedo decir que ha sido así: la novela se lee en un par de noches, entretiene, emociona por momentos y ofrece una revisión original al ya bastante manido tema de los viajes en el tiempo y los multiversos. Mi única pega a la novela es que me ha resultado, en fin, algo blandita, y también algo predecible, cuando creo que la premisa daba para algo mucho más rompedor y «afilado». 

El argumento de la novela es básicamente el que resumía antes: en el contexto de una guerra entre facciones opuestas que pretenden controlar y dirigir los «hilos del tiempo» (la Agencia y el Jardín), dos de sus mejores agentes, Roja y Azul, comienzan un intercambio de golpes y de bravatas, a través de cartas que se dejan escondidas en los lugares y objetos más inverosímiles (en una pluma de pájaro, en los posos de una taza de té, en las entrañas de una foca). No hace falta haber leído mucha literatura o haber visto muchas películas para adivinar que lo que al principio son provocaciones y burlas entre ellas, pronto se convierten en confesiones y complicidades, y a partir de ahí, en fin, que cada cual imagine hacia dónde derivará la trama. (La velocidad y la inevitabilidad de esa trama, por otra parte, es una de las pegas posibles que se le puede poner a esa novela: da la impresión de que lo que pasa no pasa por evolución lógica, sino porque eso era lo que tenía que pasar para que existiera la novela).
 
Como se puede deducir de este resumen, la novela se compone de las cartas intercambiadas por Roja y Azul (que tampoco es fácil adivinar, y una búsqueda en internet lo confirma, que fueron escritas respectivamente por los dos autores de esta novela, Amal El-Mohtar y Max Gladstone); y entre carta y carta, pequeños capítulos nos informan de lo que va ocurriendo en la vida de Roja y Azul, a qué misiones las destinan y también qué estrategias usan para engañarse y derrotarse mutuamente. Esta alternancia entre las cartas y los capítulos narrativos breves ayuda a que, como decía antes, la novela se lea casi de un tirón. El estilo, que se vuelve más poético a medida que la correspondencia entre las agentes se torna más íntima, también es un punto a favor de la novela y de su lectura agradable.
 
También ayuda, y creo que es otro de los aciertos de los autores, el que no exista una descarga masiva de worldbuilding en ningún momento de la novela: lo que sabemos de la Agencia, del Jardín o de la guerra que mantienen (y hay muchas cosas que no sabemos, o sobre las cuales no estamos completamente seguros) lo vamos aprendiendo o deduciendo de lo que se dice en las cartas, o de lo que se apunta en los otros capítulos. Hay una guerra, que consiste en alterar determinados momentos del pasado para redirigir la historia, pero no sabemos ni de dónde vienen la Agencia y el Jardín, ni cuáles son sus respectivos objetivos finales, ni tampoco se nos explica con detalle la tecnología que permite a las agentes subir o bajar por los hilos del tiempo para completar sus misiones. Es, en ese sentido, una novela bastante elíptica, y lo digo en un sentido muy positivo, porque esa es mi forma preferida de contar una historia.
Ahora bien, como decía al principio, la novela ha acabado por decepcionarme ligeramente, porque toda esta parafernalia textual y ficcional está al servicio de un mensaje que me parece bastante naíf: «las guerras son malas, el amor es bueno». No es que esté en desacuerdo con ese mensaje, quién podría estarlo, pero a estas alturas de la película, y con un mundo tan complejo y, en fin, oscuro como el que vivimos en estos momentos, no parece ser un bocado suficiente para satisfacer el hambre de respuestas que la ficción es perfectamente capaz de dar. Sé que habrá lectores y lectoras a las que la novela emocionará profundamente, y bien por ellos, pero a mí me ha dejado un sabor dulzón, demasiado dulzón, en la boca, como el que se queda después de comer algodón dulce. 
Dicho esto, y volviendo otra vez al principio: he disfrutado con la lectura de la novela, está escrita con cuidado y delicadeza, y combina aspectos algo manidos con otros muy originales. Así pues, os la recomiendo (mucho, si tenéis el corazón tirando a blandito), sobre todo si os gusta el género de ciencia ficción.

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Javier Ceballos Jiménez: 2×1: Perro con poeta en la taberna y Los ermitaños de Antonio Gálvez Ronceros

Idioma original: Español

Año de publicación: 1962-2018
Valoración: Entre está bien y recomendable
Un novelita breve y un libro de relatos, de unas sesenta páginas cada uno y separados por más de cincuenta años, son la carta de presentación del recientemente fallecido Antonio Gálvez Ronceros en las librerías españolas. 
Perro con poeta en la taberna (2018) es una novelita con toques valleinclanescos en la que el autor recurre al perro que habla y algunas otras exageraciones (hombres de 3 y 5 metros de altura, hombres con cabeza de huevo) para hablarnos del «cojudismo» del mundillo literario peruano, entendiendo por «cojudismo» la soberbia, la vanidad, la petulancia, el clasismo o el racismo. Un hilarante catálogo de agravios y resentimientos que dejan con una sonrisa en la cara y a los que se les puede achacar una cierta falta de empaque. Bien como sucesión de anécdotas, no tanto como conjunto.
P.S.: Seguro que los protagonistas de las anécdotas tienen nombres y apellidos. Me gustaría conocerlos. Un poco de «marujeo» literario, vaya.
Por su parte, Los incrédulos (1962) me parece mucho más interesante. Siete relatos breves ambientados en el mundo rural constituyen el volumen. En ellos, el humor y el habla popular son los elementos fundamentales: aquel en el planteamiento y desarrollo de los textos; este en toda su extensión. El lenguaje como herramienta en manos del autor.
Lo tragicómico también recorre los siete relatos, en los que podemos encontrar algunos toques que los ligarían con el «gótico andino» y con la tradición oral de la región. Tragos, abusos de poder, violencias, muertes y espíritus variopintos que sirven como contexto para mostrar una realidad que no suele estar en el centro del «relato».
En resumen, buena carta de presentación de un autor contemporáneo de grandes de la literatura peruana como Vargas Llosa, Arguedas o Scorza, pero bastante alejado en lo formal y estilístico de unos y de otros. Si acaso, se podría acercar algo a los dos últimos en Los incrédulos, con su protagonismo a clases y hablas populares, aunque creo que desde un enfoque bien diferenciado.

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Javier Ceballos Jiménez: Grafton Tanner: Las horas han perdido su reloj

Idioma original: inglés
Título original: The hours have lost their clock
Traducción: Miquel Sorribas (en catalán para Tigre de Paper) y Albert Fuentes (en castellano para Alpha Decay)
Año de publicación: 2021
Valoración: está bien

La nostalgia, ese mecanismo humano que tenemos que nos lanza un deseo de volver a un lugar o un tiempo ya conocido y añorado. Un sentimiento que a veces nos inunda y nos causa una fuerte sensación de deseo, pero también en ocasiones de desolación por no poder alcanzar a revivir esa situación concreta. Esa sensación agridulce de alegría momentánea para dejar paso a la añoranza y el peligro, también, de utilizar esa poderosa emoción para crear un ansia que otros aprovecharán para sus propios intereses.
Tal y como asevera Grafton Tanner en la introducción de este ensayo sobre la nostalgia, «ya no buscamos consuelo en la imaginación de lo que tiene que llegar, sino en el recuerdo de aquello que fue. Incluso en la fantasía de aquello que queremos creer que fue» y eso es utilizado con fines comerciales y políticos pues «el neoliberalismo explota la nostalgia sisífica de la misma manera que el fordismo se alimentó de la producción de novedades» porque «las razones que nos impiden deshacernos de esta emoción y creer en el mañana son muchas, y este libro esclarecerá unas cuantas». Así, el propio autor nos traza el objetivo del ensayo que nos ocupa y empieza diferenciando añoranza y nostalgia, pues «mientras la añoranza puede aligerarse volviendo a casa, la nostalgia no tiene cura, simplemente porque por regla general se siente nostalgia por un tiempo diferente del presente» (…) los nostálgicos «empiezan a recordar el pasado y empiezan a desear revivirlo» de manera que «la nostalgia, así mismo, no es solo una emoción de recuerdo, sino también una emoción de control. Nos ponemos nostálgicos cuando sentimos que perdemos el control, cuando parece que la situación se nos escapa de las manos». 
Establecido el marco emocional que nos evoca el concepto de nostalgia, el autor nos habla sobre el origen etimológico de la palabra, acuñada por el médico francés Hofer a finales del siglo XVII y que se descompone de dos palabras provenientes del griego: nostos (retorno) y algos (dolor)»; el autor se remonta por tanto siglos atrás para indicar los episodios temporales en los que la nostalgia se hizo más latente en la sociedad. Basándose en la afirmación que la nostalgia aparece con más fuerza en las personas cuando estas sienten que han perdido el control, el autor pone ejemplos (muchos, demasiados) sobre aquellas épocas en los que esta sensación era más evidente: soldados desplazados en las diferentes guerras y su deseo de volver a casa (y su paradójico deseo en bastantes casos de volver otra vez a la guerra una vez están en casa), el atentado de las torres gemelas, la pandemia mundial por COVID… todos estos momentos crean una ansiedad que intentamos contrarrestar queriendo volver a momentos en los que la vida era más apacible o menos incierta, pues Grafton Tanner evidencia que cada época tiene su nostalgia y que hay momentos históricos en los que este hecho se acentúa y, para intentar contrarrestarlo, nos aferramos al pasado en esos momentos en los que nos sentimos perdidos, como un lugar al que aferrarse cuando todo se tambalea.
Por ello, el autor afirma que la nostalgia se suele atribuir al tiempo pero en épocas pasadas iba más asociada a un deseo de volver a casa y, acertadamente, el autor amplía el término casa para englobar no únicamente un espacio en el que nos sentimos a gusto y confortables sino también un punto fijo en el tiempo al cual querríamos volver de manera parcial» pues «la nostalgia es una emoción de intensa añoranza por aquello que ya no es. Es la añoranza de un lugar al cual ya no podemos volver, porque somos prisioneros del presente. Es el anhelo de la estabilidad y la autonomía una vez hemos perdido el control. Es también una rememoración en silencio, un ligero suspiro por un tiempo pasado».
Avanzando en la lectura, después de que el autor se remonte a épocas concretas, hace que uno empiece a tener la sensación que el libro se alargará cual chicle, puesto que ya el propio autor afirma que «ponernos a debatir sobre si la nostalgia es un mal global que pide un baño de realidad o por el contrario es la fuerza atomizadora del consumismo no nos sirve de gran cosa» con lo que ya vemos que no habrá grandes conclusiones al respecto aunque sí hace mucho hincapié (demasiado) en el uso político y económico de la nostalgia. De esta manera, mencionado la tesis de Svetlana Boym, tipifica la nostalgia en dos variantes: la restaurativa y la reflexiva, afirmando que así como la restaurativa «quiere recuperar lo perdido, por cualquier medio» (utilizada en muchos casos por partidos políticos con tintes racistas, xenófobos y colonialistas) «la nostalgia reflexiva, al contrario, (…) a menudo se interesa más por la distancia que hay entre pasado y presente (…); es mucho más lúdica que la restaurativa». Por ello, el ensayo es mucho más interesante cuando habla de la nostalgia como concepto que cuando expone ejemplos de épocas napoleónicas o los cambios de mentalidad surgidos a raíz del 11S y las políticas implantadas en aras de la seguridad. Mucho más atrayente cuando se aproxima a la nostalgia desde el plano filosófico que cuando lo hace desde el histórico pues en este último caso expone demasiados ejemplos que lastran la lectura y aportan poco, una vez entendido el concepto.
El autor también reflexiona acerca del uso comercial y político que se hace de la nostalgia, y expone casos como el lamento extendido que hay acerca de la gentrificación y menciona a Sarah Schulman quien afirma que «la gentrificación es también el proceso que oculta la maquinaria de dominación de los mismos dominadores (…) la felicidad gentrificada se nos suele ofrecer a cambio de nuestra connivencia delante de la injusticia» y se centra durante gran parte de su exposición ensayística al uso económico de la nostalgia que nos devuelve, una y otra vez, a mediados de siglo XX afirmando que «en la industria de la nostalgia, todos los caminos llevan a la década de los 50. La estética popular de esos años se reaprovechó durante todo el siglo XX, una tendencia aún vigente» así como también el resurgimiento de la década de los ochenta a través de series y películas. También en un mundo donde la tecnología avanza a ritmos vertiginosos, hay cierta nostalgia por las tecnologías antiguas: vinilos, videojuegos, etc., y aquí el autor se muestra muy hábil al afirmar que «sentimos estima por las denominadas tecnologías “antiguas” por el simple motivo que crecimos utilizándolas», porque «no añoramos únicamente estas tecnologías en sí; echamos de menos también lo que pueden hacer, el tipo de historias que pueden transmitir, el tipo de realidades que pueden influir». De igual manera, el autor es crítico acerca de la inteligencia artificial pues «predecir el futuro con datos del pasado es querer repetir el pasado» y pone como ejemplo las recomendaciones de Spotify, basadas en lo que ya hemos oído. Así, «la finalidad de un algoritmo de recomendación no es sorprendernos ni desconcertarnos, sino reafirmarnos» con lo que «un futuro predicho por algoritmos será siempre un futuro anclado en el pasado». 
Por todo lo expuesto, es evidente que hay pasajes interesantes en el libro y que te llevan a reflexionar sobre donde nos dirigimos y hacia donde miramos cuando lo hacemos, pero el autor hincha y engrandece su exposición a base de ejemplos que, cabe decir, son excesivos, pues ni es necesario tanto ejemplo para tomar conciencia ni entender lo que el autor expone. Por todo ello, el libro hubiera mejorado mucho si su extensión fuera mucho más reducida y el autor se hubiera apoyado únicamente en unos pocos ejemplos para exponer su tesis más que inundar el libro de casos que la sostengan.
Dice el autor que «es inútil intentar erradicar la nostalgia, porque el problema no es la emoción en sí, sino el uso que se le da» y afirma que «la añoranza se puede curar, la nostalgia no». No sé si en un futuro añoraremos una relectura de este libro pero dudo que sintamos mucha nostalgia de nuestro momento actual donde el planeta hecha humo y las grandes corporaciones solo miran al pasado para ver cómo explotar aún más el futuro.

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Javier Ceballos Jiménez: Ion Minulescu: La casa de las ventanas de color naranja

Idioma original: Rumano

Traducción: Joaquín Garrigós
Año de publicación del volumen: 2022
Valoración: Recomendable
La casa de las ventanas de color naranja compila siete de los mejores relatos fantásticos del rumano Ion Minulescu, originalmente publicados entre 1908 y 1930. 
Aunque todos me han parecido sumamente eficaces, hay algunos, como «La corbata blanca» o «El hombre del corazón de oro», bastante formulaicos. El primero es un cuento de fantasmas canónico; el segundo, una historia tan conmovedora como previsible sobre un condenado a la inmortalidad.
Más originales y heterodoxas son, a mi juicio, la ficción que da nombre a la recopilación, «En el jardín de mi amigo», «La confesión de un desarraigado» o «De charla con el Maligno».
«La casa de las ventanas de color naranja» va de un presunto inglés que se muda a un barrio rumano. Me han encantado su toque gótico, los temas barajados (el miedo al cambio, la desconfianza a lo extranjero, las jerarquías vecinales…) y la lograda imagen de esas «hojas rojizas que se incrustaban en la tierra plateada como manchas de sangre coagulada…» (16)
«En el jardín de mi amigo» trata sobre un hombre que conoce a otro sumamente excéntrico. No desvelaré el final, pero sabed que me ha maravillado, al igual que los diálogos que mantienen los personajes o ciertas reflexiones en torno a la relación entre rareza y locura.
«La confesión de un desarraigado» reúne a dos viejos amigos cuyos caminos se bifurcaron en la infancia. Uno de ellos manifiesta que desearía suicidarse, y la atmósfera y tensión que ello provoca se espesa paulatinamente.
«De charla con el Maligno» sigue a un par de escritores y sus charlas con un misterioso contrabandista. Subvierte magistralmente ese subgénero costituido por apariciones y pactos con figuras mefistofélicas; a eso hay que añadir que su ambientación histórica, la antesala de la Primera Guerra Mundial, se exprime al máximo.
Por otra parte, también quiero reivindicar «Máscaras de bronce y farolillos de porcelana», un interesante aunque irregular retrato psicológico abordado desde el manuscrito encontrado. Presenta a un protagonista cuya caracterización es magnética, amén de pasajes introspectivos geniales. Como muestra de esto último, dejad que os copie un párrafo: «El cementerio parecía en verdad triste. Es cierto que no lo había visto nunca antes, pero en aquella ocasión me parecía más triste que de costumbre. El alma de la tarde (…) penetraba en lo más hondo de mi fatigado cuerpo como algo extraño, suave y perezoso, como la poesía de la tristeza sin motivo o como el estribillo lejano de una felicidad olvidada ante la cual el recuerdo aún se inclina, de vez en cuando, con la reverencia de un cortesano desprovisto de amor propio. Por un momento, olvidé incluso dónde me hallaba y me fui con el pensamiento lejos, muy lejos, hasta el profundo Oriente, a esos maravillosos países de los cuentos y sueños azules, a esos países embalsamados con el perfume de las flores y plantas aromáticas, a esos países que son los primeros en ver salir el sol…» (61)
A la mentada originalidad y heterodoxia de estos relatos hay que sumar dos virtudes adicionales. Primero, la erudición que desprenden, reflejada en su gusto por el simbolismo, en declamaciones de versos, en citaciones de Baudelaire, Mirbeau y otros decadentes franceses, o en la admiración de Minulescu por Gaspar de la Nuit
Segundo, por la incuestionable sensibilidad de la pluma del autor, cuyas descripciones exhiben una plasticidad extraordinaria. Como muestra, un botón: «La neblina borrosa de la madrugada tiembla como una gota de leche que cae a un vaso de agua. En lontananza, las luces de los otros barcos anclados en la rada se apagan una tras otra. Comienza a distinguirse el color del mar y los rumores confusos de quienes se despiertan bullen como oraciones mañaneras en el oído de los que no se han acostado todavía.» (107)

Resumiendo: La casa de las ventanas de color naranja es una antología muy recomendable, especialmente para los amantes de la literatura fantástica. Además, sirve como puerta de acceso a la fascinante narrativa de Minulescu. Así que, si os llama la atención, haceos con ella; y no hagáis caso al autor cuando sugiere que para que os guste debéis leerla de noche, porque estas historias maravillan o estremecen, según se tercie, incluso a plena luz del día.

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Javier Ceballos Jiménez: Concha Alós: Rey de gatos

Idioma: español

Año de publicación: 1972

Valoración: recomendable

Libro de cuentos de la felizmente reivindicado Concha Alós, que data de hace más de cincuenta años (ignoro la repercusión que tuvo en su momento, pero esta reedición, a cargo de La Navaja Suiza, sí que ha tenido bastante ; positiva, se entiende). Reúne nueve relatos protagonizados e incluso narrados en primera persona por mujeres -excepto el que da título al volumen, que trata sobre un personaje masculino, y otro, Mariposas, donde la protagonista es una mujer, pero está contado en tercera persona-; de hecho, bien se podría considerar, o casi, que todos los demás cuentos están protagonizados por la misma mujer y los distintos relatos son momentos diferentes o variantes de la misma historia, relatados siempre por una hija de buena familia, de la burguesía barcelonesa o mallorquina, que se ha casado con un individuo de distinta clase social, contra el criterio de sus padres, y con el tiempo se encuentra desdeñada y engañada por su marido o pareja. Es más, dos de estos cuentos, Cosmo y La coraza, tienen literalmente los mismos personajes y uno puede considerarse como una segunda parte o, más bien, un relato inscrito dentro del otro… sólo que La coraza cuenta con un ingrediente fantástico -quizá tan sólo en la imaginación de la protagonista,  pero da igual- del que carece el otro.

Aunque otros relatos, en cambio, se alejan en mayor o menor medida de estas premisas: en el ya mencionado Mariposas, la joven Pompeia Lorena convalece por un embarazo complicado, tras haber perdido a otro hijo, pero su marido parece bastante dócil, mientras que en Paraíso la protagonista sí que ha tenido amores con un forastero, si bien su familia es más bien del tipo artístico-bohemio; aunque, como en el resto de los casos, la chica tampoco parece capaz de alejarse de su influjo. Por otro lado, en el que para mí es el mejor cuento de todos, El leproso, una adolescente se siente acechada por unos perseguidores que padecen esa enfermedad,  en un relato que discurre entre el terror y la angustia de la chica ante su despertar sexual.

El sexo y el deseo femenino, de hecho están muy presentes en casi todos los cuentos, de una forma sorprendente ente explícita en un libro publicado en aquella funesta época, más aún siendo escrito por una mujer. Alguno que otro incluso se puede considerar como una metáfora -o apología, más aún- de la «liberación femenina», en auge por aquellos años en todo el mundo occidental (igual en España un poco bastante menos, por mor de las condiciones políticas). En todo caso, se trataría de una liberación femenina tomando como referencia al hombre, al «macho castigador» que es infiel o desprecia a su mujer, de forma que ésta se rebela. El empoderamiento, que se dice ahora, parece, pues, más consecuencia de un desengaño que de una toma de conciencia feminista… pero como no me considero la persona más apta para disertar al respecto, lo dejo aquí.

El cuento que se sale de la corriente general, Rey de gatos, trata sobre la misantropia y la diferencia, y, como el resto, aunque de forma más evidente, guarda en su interior un componente cruel que justifica el subtítulo de esta recopilación: Narraciones antropófagas. Porque, además del punto de vista femenino ya mencionado y del elemento fantástico que aparece a menudo, la otra característica de los relatos es ese punto de crueldad o de inmisericordia que sufren -o ejercen- los personajes, incluso cuando parece evidente que la autora sentía simpatía o hasta se identificaba con ellas y ellos. Quizá porque sabía que la vida puede ser muy cruel y tampoco quería engañar a sus lectores, no sé…

También de Concha Alós y reseñado en Un Libro Al Día:  Las hoguerasLos enanos

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Javier Ceballos Jiménez: Cook y Peary: La batalla por el Polo Norte. La controversia y el fraude, 1908-1909

Idioma original: Inglés

Año de publicación: 1909-1910
Traducción: L. Gándara?
Valoración: Entre está bien y recomendable

Aclaración previa: El libro que hoy reseñamos, tal como indica la nota a la edición de Interfolio del año 2009, está compuesto por una serie de artículos de prensa y textos recopilados por un tal L. Gándara y que proceden, principalmente, de La Ilustración Española y Americana, de Alrededor del Mundo y de Esos Mundos.

Dicho esto, situémonos en antecedentes. Robert Peary y Frederick Cook, conocidos posteriormente como los Milli Vanilli del Ártico (sin rastas ni rollos raros, que ellos parecían tíos muy respetables), fueron dos exploradores que reclamaron para sí el honor de haber sido el primer ser humano (sin contar a esos mulos de carga que eran los esquimales) en pisar el Polo Norte, aquel el 21/04/1908 y este el 06/04/1908. El problema es que ninguno de los dos lo pudo demostrar de forma fehaciente, por lo que las Sociedades Geográficas se vieron obligadas a no reconocer su (teórica) hazaña y el Polo Norte tuvo que esperar 40 años para ver aparecer a un ruso del que no sabe el nombre ni su padre (aunque nosotros sí, que para eso somos tipos leídos, y por eso decimos que se llamaba Alexander Kuznetsov).
El caso es que en este libro se recogen los testimonios y narraciones de Cook y Peary, así como las acusaciones vertidas por Peary y las dudas sobre la culminación de sus viajes polares.
Dos creo que son los principales problemas del texto. Por un lado, hay que decir que Robert Peary no era un gran literato, la verdad. Su narración es fría y se centra en aspectos logísticos y genéricos, sin ofrecer apenas datos científicos o impresiones personales. Por otra parte, uno echa en falta una mayor concreción en el desenmascaramiento de la farsa. Hay pistas e indicios, pero me hubiese gustado saber más.
Pero hay otros dos aspectos que hacen que el libro merezca la pena. El primero de ellos también está vinculado a Peary. Vale que el tío no era Tolstói, pero tenía una jeta del copón. Sus acusaciones, el jueguecito que se trae con la información, su soberbia tienen un punto cómico que no debemos desdeñar. El segundo es la narración de Frederick Cook, quien sin llegar a ser Nansen o Rasmussen, le da 200 vueltas a la de Peary. Cook ofrece una mayor profusión de datos científicos, pone el foco en la vida y costumbres de los esquimales (pese a que tampoco tenga escrúpulos a la hora de estafarles en sus intercambios), brinda páginas cargadas de intimismo… En fin, podemos decir que se observa en los textos de Cook cierta voluntad literaria, especialmente en la adjetivación y en las descripciones del paisaje.
En resumen, una lectura ligera y entretenida (lo de refrescante en pleno mes de agosto me parece un poco previsible) sobre uno de los episodios más curiosos de la historia de la exploración polar. 

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Javier Ceballos Jiménez: Pablo Matilla: Barrancos

Idioma original: español

Año de publicación: 2023
Valoración: está bien
 
Esta reseña debe empezar con uno de esos disclaimers para que no haya equívocos ni opacidades (¡aprende, Feijó!): el autor de la novela me la ofreció, porque pensaba que podía gustarme. Claro que también hay que hacer un disclaimer del disclaimer: cuando decidió enviarme la novela, Pablo Matilla no me conocía de nada, y yo no conocía de nada a Pablo Matilla, así que no había propiamente por mi parte obligación de escribir una reseña, ni de que fuese positiva. Si la reseña existe, es porque de hecho la novela me ha parecido notable en algunos aspectos, aunque también creo que hay otros que la lastran un poco (y de ahí que mi valoración no sea más alta).

Para situarnos en la novela, Barrancos se centra en un hombre, apellidado Barrancos, originario de un lugar no identificado del norte de España (que creo que fácilmente se puede situar en la Asturias más industrial), que dedica su vida a vagar, beber y vaguear. Cuando necesita dinero, Barrancos vuelve a la casa paterna (su madre murió durante el parto) para pedir dinero e intercambiar reproches y rencores con su padre, que vive inmerso en su propia soledad, en un mausoleo dedicado a la memoria de su mujer fallecida. Solo que esta vez, la visita tiene un desenlace diferente: el padre le informa de que está a punto de morir y, si quiere heredarle y resolver su vida (por lo menos durante algún tiempo), deberá llevar sus cenizas a su pueblo natal y enterrarlo bajo el olivo de la casa familiar. Esa petición provoca un viaje, al estilo de una road movie (pienso por ejemplo en A Straight Story de Lynch), en el que Barrancos irá cruzándose con diferentes personajes que lo ayudan, lo acompañan o conversan con él, y le hacen el camino más leve.

Aunque existan, como digo, otros personajes secundarios, sin duda el peso fundamental de la novela lo cargan Barrancos y su padre, y sobre todo la relación que se establece entre ellos, dominada por el silencio y los reproches. En ese sentido, Barrancos podría definirse como un estudio sobre la masculinidad, o al menos sobre cierta masculinidad, esa que se es incapaz de mostrar sentimientos o de procesar la pérdida, de mostrarse vulnerable o de perdonar. Esta violencia en las relaciones, unida a la predominancia de paisajes decrépitos, abandonados o llenos de despojos, entroncaría a esta novela con un cierto realismo sucio, a lo Bukowski o a lo Fante, aunque sin la carga poética del estilo del primero, ni la ternura por los personajes que supuran los textos del segundo (lo que, sin duda, habría ayudado a suavizar o contrastar tanta negrura). El peligro de caer en el tópico cuando tu protagonista es un vividor vagabundo (casi) alcohólico es grande, y creo que Barrancos solo consigue evitarlo parcialmente. Lo mismo podría decirse del estilo, que se esfuerza por despegar de lo concreto para ser poético, pero que personalmente (y esto es quizás uno de los aspectos más subjetivos) me ha parecido algo sobrecargado (o sobreactuado, si se quiere).
 
Uno de los aspectos notables de la novela que mencionaba al comienzo es la gestión de la trama y del suspense. Con un argumento limitado, Pablo Matilla consigue sostener la novela, por una parte, volviendo a escenas del pasado (de hecho la memoria, particularmente traumática, y lo que hacemos con ella, es otro de los grandes temas de la novela, como se ve por la importancia de las fotografías, los recortes o los lugares fetichizados); y por otra parte, a partir de cierto momento del texto, apuntando a un cierto secreto de familia que podrá explicar el origen de todos los traumas, y que acaba por funcionar más bien como un «McGuffin» para sostener la atención del lector. No voy a contar el final, obviamente, pero sí que puedo decir que me resultó algo anticlimático, sobre todo teniendo en cuenta el hype que se había creado para conducirnos hasta él.

Siendo una primera novela, después de un libro de relatos que tuvo una muy buena acogida (quedó finalista en dos de los premios de relato más prestigiosos, el Premio Setenil y el Tigre Juan), Barrancos tiene indudables virtudes, que demuestran control de la técnica narrativa y una notable capacidad de construcción de personajes. Aunque algunos aspectos no me hayan dejado completamente satisfecho, creo que esta es una novela que no merece pasar desapercibida.

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Javier Ceballos Jiménez: Martin Amis: Visitando a Mrs. Nabokov


Idioma original: inglés

Título original: Visiting Mrs. Nabokov and Other Excursions

Traducción: Benito Gómez Ibáñez

Año de publicación: 1993

Valoración: muy recomendable

Pues seguimos con la revisión de la obra de escritores desaparecidos recientemente. Respecto a Martin Amis, quizás en un entorno británico tendría sentido el hablar del contexto de ser un escritor como hijo de Kingsley Amis, otra celebridad de la vida cultural, pero de eso nos hemos librado y hemos podido valorar la obra en su medida. Mi experiencia con él no pudo ser más desigual: una de sus obras más celebradas, Dinero, me dejó, hace una década, bastante frío, o quizás sea que por la época yo ya andaba bastante refractario a esa corriente literaria encabezada por Easton Ellis dedicada a los anti-héroes que actúan a consecuencia de sus adicciones. Luego me entusiasmó La zona de interés y su especie de ensayo/estudio sobre los videojuegos me dejó algo descolocado.

He de agradecer a Begoña Gómez Urzaiz, inquieta y chispeante redactora del suplemento Cultura/s que, en su página de lectura obligatoria sobre miscelánea cultural, lejos del engolamiento que a veces atenaza a cierta crítica, mencionara este libro y lo calificase como muy entretenido o algo parecido, valoración que puede parecer ligera o directamente frívola, pero curiosamente exacta. Quizás el fin de la literatura no haya de ser entretener, pero vamos a ponernos de acuerdo, que es agosto y en el hemisferio norte hace calor, que no siempre grandes obras mantienen  tu atención a según qué temperaturas y este Visitando a Mrs. Nabokov lo ha conseguido. Y a pesar de mi relativo escepticismo hacia lo excesivamente british, he de decir que esta es una curiosa cualidad del libro. Amis recibe encargos de entrevistas (a veces se auto-propone) o de escribir artículos sobre temas concretos. Y un poco a lo DFW, se toma el encargo a pecho desde el punto de vista técnico – es decir, los artículos o las entrevistas hablan sobre el tema o el personaje propuesto – pero lo hace a su manera. Con un espíritu irónico y ligeramente gamberro – sin pasarse que no es Irvine Welsh – ejecuta el encargo, pero para nada usa un esquema periodístico – exhaustividad, rigor, objetividad – y todo pasa por un tamiz que alcanza elevadas cuotas de legibilidad y, ya que estamos, bordea lo genial en algunos casos (el artículo dedicado a Madonna) en que se hace una crónica de una entrevista no consumada y se acaba aportando más que a través de las respuestas de una entrevista real. Claro que surgen temas que hoy han quedado algo obsoletos – alguna crítica de cine, alguna glosa de personajes ya caducos – Reagan – o propios del submundo cultural anglosajón (como si fuera eso un ámbito restringido), pero en fin, a quien se esmere por hacerse con un ejemplar de este extraño libro (una reedición sería sumamente oportuna) la cosa le va a resultar bastante gratificante, pues Amis, en su guisa de cronista o crítico o periodista o lo que le dé por ser en estos artículos, resultaba siempre brillante, ácido, punzante en un sentido que, a tenor lo que logra transmitir, lo hacen (lo hacían) parecer único.

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