Javier Ceballos Jiménez: Liliana Colanzi: Ustedes brillan en lo oscuro

Idioma: español

Año de publicación: 2019

Valoración: entre recomendable y está bien

Libro de cuentos de la boliviana Liliana Colanzi que ganó el mismo premio (en otra convocatoria, se entiende) que  La vaga ambición de Antonio Ortuño (no voy a hacer una reseña comparativa, no os inquietéis). Colanzi nos ofrece aquí una serie de relatos que oscilan entre una temática y ambientación de raigambre latinoamericana -desusada, en algún caso-, la distopía más probable que especulativa, el neocostumbrismo e incluso alguna aproximación al género fantástico (por no decir el terror). Todos los cuentos, hay que decirlo, escritos con gran competencia narrativa y sensibilidad literaria:

  • En el primer relato, La cueva, la autora imagina toda una serie de acontecimientos, pasados y futuros, que podrían ocurrir en una cueva del norte de México.
  • Después viene La deuda, en el que una muchacha y su tía viajan a un pueblo del Amazonas, de donde son originarias, para que se les salde una deuda. Se trata del relato más realista, con secreto familiar incluido.
  • Atomito: se trata de una distopía -o puede que no tanto- sobre la vida de unos jóvenes en un barrio popular de una ciudad del altiplano -¿La Paz?- situado junto a una central nuclear.
  • En Los ojos más verdes encontramos la enésima y estupenda versión de un pacto con el Diablo, en este caso firmado por una niña.
  • El camino angosto es otra distopía protagonizada por los jóvenes de una comunidad religiosa de origen germánico (y quizás menonitas) radicada en un lugar aislado de Bolivia. A medio camino, por decirlo así, de El cuento de la criada y la película El bosque de M. Night Shyamalan.
  • Por último, Colanzi nos devuelve al peligro radiactivo en Ustedes brillan en lo oscuro donde recrea las situaciones que se dan a raíz de un accidente nuclear sucedido en el estado brasileño de Goîania en los años 80 del pasado siglo.
Para mi gusto, los cuentos más conseguidos son éste último y el de la niña que pacta con el diablo. Después, Atomito, aunque, tal vez por su mayor extensión, también me resulta un poco disperso, aunque, sin duda, consigue expresar la frustración y aún desesperanza de la juventud más desfavorecida de los países ídem. 

En suma y en mi opinión, o viceversa, es éste un libro de relatos bastante conseguidos, aunque, quizás debido a su número algo escaso deje cierta sensación insatisfactoria, como si cuentos y autora pudiesen llegar bastante más lejos.

También de Liliana Colanzi y reseñado en Un Libro Al Día ( más una entrevista): Nuestro mundo muerto

 

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Upton Sinclair: Lo que hizo Dídimus

Idioma original: Inglés

Título original: It happened to Dydimus
Traducción: Rafael Accorinti
Año de publicación: 1954
Valoración: Se deja leer < Está bien
 
¿Sabéis esas novelas que os gustan pese a que podrían ser mucho mejores? ¿Alguna vez os ha cautivado una premisa que, sin embargo, no ha sido exprimida del todo? ¿Creéis posible encariñarse de unos personajes a los que falta cocción? 
Todas estas sensaciones me ha provocado la lectura de Lo que hizo Dídimus. Porque a la novela de Upton Sinclair la empañan una irregularidad en la ejecución, una indefinición en el propósito, algunos cabos sueltos en lo que respecta al argumento, falta de relieve de los protagonistas y ciertas reiteraciones. Aun así, se lee con interés, parte de una idea prometedora y ha sido ejecutada con el oficio propio de un escritor ya maduro.
La obra sigue los pasos de Tom Strawn, un joven ignorante al que le han sido otorgados poderes. Tanto Tom como el narrador, un académico a quien Tom estaba arreglando el jardín, deberán averiguar, en la medida de lo posible, cuál se supone que es la misión divina que les ha sido encomendada. 
Lo que hizo Dídimus es una sátira bastante lograda que reflexiona sobre la incompatibilidad de la espiritualidad elevada y las figuras mesiánicas con un ser humano demasiado egoísta, mezquino y materialista. Sólo le reprocharía a su humor que rara vez se ceba con Tom, personaje que incluso con sus defectillos resulta demasiado perfecto.
Hablando de personajes, ya he adelantado que a los de esta novela les falta cocción. Apenas llegamos a conocerlos íntimamente, pues son demasiado esquemáticos. Incluso Tom y el narrador, que son quienes vemos con más frecuencia, se antojan excesivamente simples; encima, a partir de cierto punto (cuando Tom se vuelve más culto) cuesta diferenciarlos entre ellos, pues hablan y, más o menos piensan, igual.
En cuanto al argumento de Lo que hizo Dídimus, se podría decir que no acaba de explorar todas las posibilidades. De hecho, mientras que en algunos apartados aporta conceptos estimulantes, en otros se queda frustrantemente corto o se atasca en situaciones ya planteadas con anterioridad. A eso hay que añadir varias incoherencias en la lógica interna de la ficción, y algunas repeticiones.
Sea como fuere, la novela de Sinclair es, insisto, obra de un escritor competente. Quizá carece de memorabilidad y ostenta un gran margen de mejora, pero no por ello su lectura deja de despertar nuestro interés y un puñado de reflexiones. ¿Qué más se puede pedir?
También de Upton Sinclair en ULAD: Aquí

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Reseña + Entrevista: Lealtad al fantasma de Enrique Serna

Idioma original: español

Año de publicación: 2022

Valoración: muy recomendable

Cualquier hombre, por fascinante que pueda ser, acaba por convertirse en ridículo a causa de su deseo sexual. 

Esta frase de Yukio Mishima me vino dolorosamente a la cabeza al empezar a leer el primer cuento de “Lealtad al fantasma”, un cuento que empieza muy al estilo de Serna: exponiendo en carne viva las motivaciones tan mundanas con las que los humanos nos conducimos por la vida, o en el peor de los casos, nos dejamos conducir. El viejo tropo del profesor que se encula con su alumna (el que esté libre de pecado…) toma un giro inesperado que puede chocar a algunos (a mi incluso me hizo dejar la lectura por un momento), o puede espolear a otros a seguir leyendo. De cualquier manera, logra sacar al lector de ese letargo al que muchas veces nos vemos sumidos.

Siguiendo la misma línea, Serna continúa disecando las distintas circunstancias que nos llevan a renunciar a esa tarea inútil de nadar a contracorriente, resignándonos a dejarnos arrastrar plácidamente hacia el choque inevitable con las rocas de la depravación y la ignominia. Ya sean obsesiones inverosímiles, bajas pasiones, o incluso el más vulgar aburrimiento, son razones más que suficientes para poner a girar la rueda que terminará por aplastarnos.

El cuento más largo (bien podría ser una novela corta), infamemente intitulado “Abuela en brama”, nos muestra a una mujer frustrada al borde de la tercera edad, la cual ha pasado toda su vida reprimiendo sus instintos y deseos, dando patadas de ahogado en las hondas aguas del amor y la sexualidad. ¿Y con quién acabaría enredándose?, pues con un joven narcisista e inmaduro que bien podría ser su hijo, no solo por la diferencia de edad sino también por el juego constante de control y transgresión que los mantiene unidos en una relación destinada al más tragicómico de los fracasos. 

Por último, Serna utiliza la idea del doppelganger para explorar el masoquista impulso de la autodestrucción. Haciendo disonancia con los anteriores, el cuento que le da título al libro es un malviaje que nos recuerda cruelmente que estamos esclavizados por nuestro pasado personal, generacional, e incluso histórico. 

Si acaso, la ambientación y el lenguaje son muy locales, lo que podría difuminar los matices (sumamente importantes en un texto corto) para aquellos que no estén familiarizados. Aún así, los personajes tienen una complejidad suficiente para que nos sintamos vergonzosamente identificados con ellos.

*********************

Abajo les dejo un enlace para que puedan checar, en palabras del escritor, un poco más acerca de este y otros libros de Enrique Serna, a quien tuve la oportunidad de conocer personalmente hace algunos años, y nuevamente tuvo la amabilidad de regalarme un poco de su tiempo.

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Wajdi Mouawad: Madre

Idioma original: francès
Título original: Mère
Traducción: Coto Adánez en castellano para Ediciones La uÑa RoTa
Año de publicación: 2022
Valoración: está bien

Hay géneros literarios que, reconozcámoslo, tienen poco público y me atrevería a decir que el teatro es de los que menos seguidores tienen si dejamos de lado su representación teatral que, en el fondo, es para lo que están destinados. Por ello, la lectura de obras teatrales parece destinada casi exclusivamente a los acuden al teatro y/o se dedican a ello; para el resto, son obras difíciles de abarcar pues requiere cierta práctica o bagaje para poder ponerse en situación e imaginarse a menudo escenarios estáticos con elementos no siempre detallados en la obra. De todos modos, una vez uno se acostumbra a ello y especialmente cuando ha leído obras del mismo autor, la interpretación (en todos los sentidos) es algo más fácil.
Fiel a sus inquietudes y a su estilo, con este texto Mouawad vuelve a ambientarse en su cultura y orígenes para construir el relato, aunque en este caso no habla únicamente de su tierra y de los conflictos que sus ciudadanos arrastran desde hace tiempo sino de su propia vida. Así, más allá de la guerra continua que sufre su país, el libro trata también sobre su exilio de Beirut a París, siendo aún pequeño; un exilio que supuso cambios a nivel de identidad, pero también en el seno familiar, pues la guerra marca a los que se quedan, pero también a los que se van. Y el autor, consciente de la dificultad en encajar en una cultura ajena, se vuelca en el teatro, como es evidente a lo largo de su obra y como él mismo reconoce al afirmar que «estaba exiliado geográfica y lingüísticamente, ya que vivía lejos del Líbano, pero desde el punto de vista de la escritura y el teatro, en la sala de ensayos, estaba en mi casa. Yo estaba en mi lengua y en mi historia cuando los demás estaban en el exilio». 
Con este propósito autobiográfico empieza el libro y lo hace con una introducción a nivel personal, por parte del autor libanés, en la que explica qué supone para él el exilio y cómo encuentra el hogar en el teatro y en la escritura y, a diferencia de sus obras anteriores donde el conflicto se centraba en las hostilidades entre países o familiares («con los libaneses todo acaba al pie de una tumba»), en este caso el autor va un paso más allá y narra la relación de él mismo con su madre. Así, este relato es el recuerdo que tiene el joven Wajdi sobre su madre, fallecida el 17 de diciembre de 1987 en Montreal. 
Argumentalmente, esta pieza teatral la componen unos pocos personajes: la familia Mouawad (que se encuentra en su mayor parte exiliada en París) y un par de periodistas que sirven al autor para narrar lo que sucede en Beirut donde siguen residiendo el padre y la hermana de su madre. Conocemos a través de ellos la situación de conflicto en el Líbano entre sirios e israelíes y vemos como desde la distancia la familia sufre por el padre y por la hermana, pero también por los civiles atrapados en una guerra que les ha caído encima como uno de tantos obuses y bombas. La tensión narrativa es evidente especialmente en la madre, quien intenta conocer lo que está sucediendo en el Líbano mientras Wajdi y su hermana Nayla haciendo gala de la inocencia de los niños juegan a que siguen estando en Beirut confrontando así con su cándida mirada infantil la violenta realidad en la que vive su madre y la toma de consciencia de la dureza de una vida en el exilio, lejos de su tierra, lejos de parte de su familia. Una madre otrora inteligente, fuerte y formidable, pero a la que la situación hace mella en ella contagiando la tensión a sus hijos, porque tal y como espeta a su hija Nayla «aquí la única que tiene derecho a quejarse soy yo. Tu solo te preocupas por ti, yo en cambio me preocupo por ti, por tu hermano, por tu hermano y por tu padre y por el perro y por la cazuela, así que no vengas a reprocharme que no entiendo, no tengo tiempo para entender, no tengo tiempo». Estas situaciones cotidianas se ven interrumpidas de manera frecuente por el visionado de las noticias que sirven a Madre para conocer el estado de su país, y es en ellas donde el estilo del teatro de Mouawad se ve claramente, pues se establecen diálogos imaginarios entre la presentadora de las noticias y la madre en una especie de súplica o reproche por no dar más detalles sobre el conflicto; son diálogos que rompen la cuarta pared y en las que vemos el desespero de una madre al dirigirse a la presentadora pidiendo, casi suplicando y a ratos exigiendo, más detalles, más información, más esperanza. Estas conexiones puntuales con los informativos de la televisión ponen el contexto histórico y social: las tropas israelíes de Ariel Sharon han invadido el Líbano obligando «a las fuerzas palestinas a abandonar el suelo libanés y apoyar las fuerzas cristinas» en la «Operación Paz de Galilea». El contexto familiar, lo pone el propio autor intercalando en el texto dibujos y recetas de cocina de la cultura libanesa.
Con esta obra, Mouawad nos traslada la dificultad del exilio al dejar atrás seres queridos que libran batallas contra los enemigos y contra la muerte que asoma en forma de armas o de hambre. Cabe decir que consigue su propósito en cierta medida, aunque es, de largo, su obra más personal y quizá por ello menos trágica de lo que nos tiene acostumbrados. Ya el propio autor reconoce el porqué de esta obra pues, en cierto pasaje, admite que «en el teatro uno de puede inventar lo que quiera, así que he aprovechado y he escrito esta escena. Para hablar contigo. Los vivos no podemos evitar hablar a los muertos» y confiesa que «quizá mi deseo no era hablar contigo, sino hacer que existiera un momento contigo que nunca existió», un momento íntimo y de recriminación por no haber atendido sus necesidades afectivas cuando era pequeño y que evidencia en una escena que dirige a la madre ya difunta afirmando que «llevo sin verte treinta y cuatro años y no te echo de menos. ¿Por qué? Porque quien te echa de menos es él, que te ve todos los días. ¿Me oyes? Echa de menos a su madre, te echa de menos a ti. Le estás perdiendo».
De esta manera, el libro narra la dificultad de los exiliados en su integración en la sociedad, pero especialmente en recobrar sus vidas, más aún cuando parte de la familia y amigos quedan en el país de origen víctimas y testigos de guerras y revueltas. La vida de los exiliados, siempre pendientes de las noticas, siempre pendientes de los avances de los conflictos, una conexión emocional que les mantiene atados a su país de origen sacrificando, también ellos, sus propias vidas con la mirada siempre dividida entre un pasado juntos y un futuro incompleto. Y, con ello, la desesperación y la frustración, y la represalia hacia los demás por parte de un carácter agriado con el paso del tiempo y de los sucesos. 
Dice el autor que «en el teatro, el país siempre es la escritura». Esa es la belleza de este noble arte, su gran importancia. Aquello que escribimos, aquello que leemos, conforma nuestro país, nuestro territorio mientras estamos volcados en ello. Es nuestra vía de evasión, pero también el hogar en el que recogernos cuando el ruido y las atrocidades sobrevuelan nuestras vidas.
También de Wajdi Mouawad en ULAD: ÁnimaIncendiosBosquesCielosTodos pájarosAssedegatsUn obús al cor, Todos pájaros

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: José Alejandro Adamuz: Una vida posible

Idioma original: Español 

Año de publicación: 2023

Valoración: Bastante recomendable 

Dice Juliana González-Rivera en el también magnífico La invención del viaje que el viaje «es metáfora de la vida, de la muerte, del conocimiento, de la escritura», que el viaje es, al mismo tiempo, «una huella y una herida». De todo eso (y más) hay en este Una vida posible del periodista, escritor y viajero José Alejandro Adamuz.

La premisa del texto es el viaje que el autor realizó junto con su pareja, allá por el año 2014, a través de América Latina. Dos años en los que saliendo de Costa Rica, la pareja subió (¿solo en el mapa?) hasta Ciudad de México y bajó (¿solo en el mapa? a la mítica y magnética ciudad de Ushuaia. 

Pero no solo median los 8716 kilómetros en línea recta que van de la capital azteca a la capital del fin del mundo. También han pasado casi 10 años desde el inicio del viaje hasta la publicación del libro. Y así como el espacio físico condiciona, obviamente, el viaje y la narración, el tiempo ejerce de filtro en la memoria y el recuerdo y hace que el viaje no termine con la vuelta a casa.

En este sentido, el autor trabaja esas doble vertiente, la del viaje propiamente dicho y la del recuerdo del viaje, a través de los dos presentes que se aúnan en el texto, y lo hace a través de dos tiempos que se solapan , el del presente de la propia narración y del presente de los hechos. A estos dos tiempos se ha de sumar el pasado, los tiempos de los grandes viajes y de los viajeros que escribieron (¿o eran tal vez escritores que viajaron?): Kapuscinski, Chatwin, Humboldt… Referencias o hitos en el camino que recorremos con la finalidad de volver para contarlo, como Odiseo.

Con esto el viaje en sí se desplaza un poco del centro del relato (está claro que hay paisajes y gentes, hay lo anecdótico explicando el mundo) y este lo ocupan las reflexiones sobre el propio viaje, sobre la escritura, sobre la historia y la evolución del hecho de viajar y de cómo hacerlo. 

Historia, periodismo, antropología, utopías y fracasos, curiosidades, referencias histórico literarias, etc en un texto al que creo que solo se le puede achacar haber cargado demasiado la mirada en el exterior (al menos a mi me hubiese gustado un poco más mirarse hacia adentro) pero que resulta una verdadera delicia para cualquier amante de los viajes y de la literatura, sea o no de viajes. Y si, además, son un poco mitómanos, miel sobre hojuelas.

P.S.: Días después de escribir la reseña, me viene a la cabeza un verso de la canción Pasear del valenciano Julio Bustamante que dice: «Pasear, escribir, pensar, tal vez beber, ¿qué son sino maneras de rezar?». Algo de eso hay en este libro, no sé si me explico.

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Álvaro Pombo: El héroe de las mansardas de Mansard

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1983

Valoración: Recomendable

¿Y si no me gusta el libro? Porque la novela de Álvaro Pombo tuvo el honor de ganar el I Premio Herralde, que no solo tiene el aval del grupo editorial que lo convoca, sino que además, por el ser el primero, entiendo que se tendría especial cuidado en premiar una obra verdaderamente destacable. Entonces ¿cómo podría rebatir un reseñista aficionado el juicio experto de personas con criterio y amplia experiencia en el mundo literario? Así que opto por tirar de pragmatismo, y empiezo la lectura con predisposición positiva, no vaya a ser que quede en evidencia con el papelón de outsider listillo.

Localiza Pombo la narración en una familia de la alta burguesía del norte de España, posiblemente su Santander natal. En un esquema un poco a lo Arriba y abajo, encontramos a la severa abuela Mercedes, siempre escoltada por su amiga María del Carmen, y a la tía Eugenia, quien ocupa las mansardas de la mansión familiar, y que parece la hermana algo díscola, soñadora y, como se prefiera, de cascos más bien ligeros, o que adora disfrutar de su soltería. Finalmente, el nieto, apodado Kus-Kús, que ante la ausencia casi permanente de sus padres, queda bajo la tutela de la institutriz inglesa. Por abajo, el personal de servicio en el que entra formar parte Julián, un joven con un pasado confuso.

Pero ahí acaba la similitud con las series de señores y criados, porque el relato se centra en la extraña relación entre tía Eugenia y su sobrino Kus-Kús. Ella, ya algo entrada en años y perdida buena parte de una belleza que fue deslumbrante, parece empeñada en revivir antiguas aventuras, mientras el chico se diría que ha sido siempre su confidente, el receptor de historias reales o ficticias sobre fiestas, viajes, amantes y lujo, cosas que solo entiende a medias pero que van quedando registradas en su memoria. El muchacho, todavía en camino a la adolescencia, tiene más misterio, durante casi toda la narración es una especie de duende, un peculiar Pepito Grillo, a veces infantil y otras de una sorprendente madurez, un comodín que empieza a ser poco a poco la clave de todas las jugadas. Es por tanto Kus-Kús un personaje bastante desconcertante, que en algún momento vuelve a ser solo un niño cuyo único objetivo es librarse de un oscuro recuerdo que nunca ha compartido.

Como se ve, es sobre todo una novela de personajes, casi todos muy bien dibujados aunque cueste hacerse una idea cerrada de ellos, lo que es un mérito añadido, porque obviamente (y esto lo olvidan a veces muchos autores) las personas tenemos aristas, recovecos y pliegues que no permiten una definición simple. Es esta, la riqueza de algunos personajes, uno de los activos del libro, junto con un buen repertorio de recursos narrativos, un lenguaje que oscila entre lo coloquial y lo poético, y espacios vacíos que invitan al lector a aportar sus hipótesis. Se adivina la tensión, hay en la trastienda elementos que llaman al enfrentamiento, frustraciones cruzadas que quedan en sombra o brotan a medias, sin que quede claro si es más importante lo visible o lo oculto.

Y sin embargo, parece que falta algo. Quizá una construcción más sólida que evite la sensación, a veces intensa, de irregularidad, o que realmente sus elipsis provoquen inquietud suficiente para jugar a rellenarlas. Quiero suponer que, tratándose de su segunda novela de una lista bastante larga, Pombo haya ido después adquiriendo poso y empaque para ajustar ritmos y materiales. En esta entrega, aun presentando cualidades estimables, se quedó a unos pasos de algo verdaderamente brillante, en lo que aquí llamaríamos un Recomendable a secas, que está muy bien pero quizá no entusiasma del todo. 

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Jordi Amat: La conjura de los irresponsables

Idioma original: catalán
Título original: La confabulació dels irresponsables
Traducción: el propio autor.
Año de publicación: 2017
Valoración: muy recomendable

Difícil escribir una reseña sobre un libro así cuando incluso el momento de escribirla puede revelar las entretelas ideológicas, incluso la mera valoración puede ser interpretada, al margen de lo estrictamente literario, como un claro posicionamiento por uno u otro bando e inducir al lector a pensar «bah, éste que va a decir». Y el precalentamiento de los dos bandos antagonistas generados por el conflicto ya es una clara constatación de que el título es un acierto. Parece que hay una conjura a dos bandos que mojó pan en establecer una división y hacer de ella una especie de dilema irresoluble e irrenunciable, había que posicionarse y la posición debía ser nítida porque incluso la ambigüedad era un indicio que exponía a ataques a quién la pudiera sostener.

Contexto: España vs Catalunya en las primeras dos décadas del milenio. Consciente como soy de que el mero sujeto (España vs Catalunya, la mera elección de la grafía «ny» en vez de «ñ») ya puede excitar a los exaltados. Un conflicto político de un pequeño territorio al sur de Europa, poblado por apenas ocho millones de habitantes, que pasa a convertirse, para sorpresa de muchos, en una especie de ejemplo paradigmático, por un lado, de ejercicio de derechos fundamentales individuales, por el otro, de injustificable involución contra un inamovible orden legal. Otro contexto: la crisis del 2007-2008 que provoca que muchos políticos hayan de devanarse los sesos justificando medidas restrictivas y busquen muletas en qué excusarse si estas son excesivas o poco efectivas.

Jordi Amat simplemente expone hechos, lo hace de forma secuencial, metódica y fría, y enumera los pasos sucesivos del desencuentro. Uno podrá opinar si la magnitud de estos hechos justifica su repercusión, pero – una vez más el título – lo cierto es que los gobernantes de uno y otro bando van decantando el conflicto hacia la confrontación, dos palabras cercanas en el diccionario y seguro que etimológicamente vinculadas. Como los porcentajes de ambos bandos son parecidos, jugar con ese estrecho margen es sumamente estimulante, a los pertinaces decididos a cada lado no hay que seducirlos con nada. Aparte del excitante avance de los acontecimientos, para los que hemos vivido el tema de primera mano, esos helicópteros sobrevolando Barcelona en la última semana de septiembre de 2017 son un recuerdo imborrable, el mérito de Amat es culminar estas cien páginas (que no duda en calificar, en la primera frase del libro, como «panfleto») sin que uno pueda situarlo políticamente de forma clara en un bando. Y de eso debería tratarse: de mantener una objetividad inquebrantable y exponer los hechos conforme a lo que de ello se ha derivado. Irresponsables a mansalva en ambos lados, unos y otros sosteniendo especulaciones e interpretaciones propias de forma dogmática e interesada, sacando partido de la inflamación.

La cosa no ha acabado: sólo desear que Amat se anime a un relato similar de todo lo sucedido después: juicios, condenas, huidas o exilios o cómo demonios cada uno las llame, reacciones, mapa político post-crisis, indultos, amnistías. Resultará, como siempre, estimulante leerle.

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: François Mauriac: Thérèse Desqueyroux

Idioma original: Francés

Título original: Thérèse Desqueyroux
Traducción: Anna Casablancas Cervantes 
Año de publicación: 1927
Valoración: Muy recomendable
Un joven François Mauriac fue testigo, en 1906, del juicio de Henriette-Blanche Canaby, mujer que intentó envenenar a su marido. Mauriac, que ganaría en 1952 el Premio Nobel de Literatura, estuvo años fascinado por el caso y, sobre todo, la acusada, hasta tal punto que en su cabeza perfiló una historia inspirada en ambos. Esta historia adquiriría forma de novela en 1927 y se titularía, según el nombre de su protagonista, Thérèse Desqueyroux
Thérèse Desqueyroux no sólo se convertiría en la obra más célebre de Mauriac, sino que sería una de las que más impacto tendrían entre sus compatriotas franceses. Tal fue su éxito que Mauriac escribiría hasta tres secuelas: El fin de la nocheThérèse en el hotel Thérèse y el médico. Aunque avisó de que, según tengo entendido, estas obras no son tan buenas como su predecesora, y además de sobreexplicar al personaje, le dan un arco de redención algo forzado.
Aclarado este contexto, dejad que os diga que Thérèse Desqueyroux es uno de esos novelones salidos durante el fecundo siglo XX que terminarían convirtiéndose en indiscutibles clásicos de la Literatura. A su factura impecable a la par que expresiva hay que sumarle la fascinación que despierta su protagonista y el interés de su argumento.
Pero, antes que nada, resumamos Thérèse Desqueyroux. La heroína (si es que puede llamarse así a una persona tan inquietante y turbadora) de esta historia ha sido acusada de haber intentado envenenar a Bernard, su marido. Éste testifica a su favor, garantizándole la absolución, con tal de evitar que el escándalo manche el nombre de la familia.
Intrigante, ¿verdad? Pues ahora listemos las numerosas virtudes de Thérèse Desqueyroux:
  • Su densidad (para nada reñida con lo rápido que se lee). Y es que en apenas 120 páginas, Mauriac comunica mucho más de lo que logran otros escritores con el doble de extensión.
  • Su ausencia de tono edificante o final moralizante. Aunque Mauriac era católico, no dejó que la religión se entrometiera en su novela, al menos no de forma directa e invasiva.
  • La ambiguedad del conjunto. Plasma perfectamente la oblicuidad del ser humano y permite al lector extraer sus propias conclusiones. ¿Por qué Thérèse envenenó a su marido? ¿Qué clase de lazo ambivalente mantiene con su padre? ¿Qué sentía exactamente hacia Anne, su amiga de la infancia?
  • Su estilo narrativo. Además de emplear una sintaxis que no le teme a las frases inacabadas, echa mano de vigorosos recursos expresivos. Como resultado obtenemos un festín de pasajes brillantes. Si no me creéis, leed las interacciones entre Thérèse y Anne de las páginas 46 y 47.
  • Los personajes extremadamente complejos que retrata. Además, pese a lo aborrecibles que son, logra que empaticemos con ellos, sobre todo en el caso de Thérèse o Bernard.
  • Su capacidad para meternos en la cabeza de Thérèse y zambullirnos en su psicología, sus recuerdos y sus contradicciones, o lo que el narrador resume como «aquel regreso agotador a sí misma» (pg. 144). 
  • Sus críticas tanto morales como sociales, siempre planteadas con sutileza y ecuanimidad. Sobre todo valoro aquellas que lanza a lo asfixiantes que pueden llegar a ser para algunas personas instituciones como el matrimonio o la familia, especialmente para mujeres de quienes se espera que tengan hijos «para anularse en ellos» (pg. 138).
  • La potente atmósfera enrarecida, asfixiante y estanca. Ésta la propician tanto los escenarios y las convenciones sociales como los estados de ánimo de la protagonista. Ésta es una de muchas logradísimas: «» (pg. 124-125).
  • El uso recurrente de los pinos como elemento metafórico. 
Sólo le pondría una pega a este novelón que, a mi juicio, roza la perfección: que desaprovecha al padre de Thérèse, pues tras su introducción no tiene presencia o impacto en la segunda mitad de la historia.
Ah, la edición de Thérèse Desqueyroux que yo he leído se la debemos a Trotalibros. Como viene siendo habitual, el oficio y pasión de Jan Arimany, el editor, se plasman en el producto final, del cual destacaría:
 
  • La calidad de los materiales del libro (tapa dura, encuadernación firme, ilustraciones interiores…).
  • La preciosa cubierta. Mantiene el diseño del catálogo de la editorial, pero alude al mismo tiempo a la novela de Mauriac a través de la imagen y el color.
  • El interesantísimo prólogo de Fernando Bonete Vizcaíno. Además de analizar la obra de Mauriac, la contextualiza dentro de la saga que el personaje iniciaría y la literatura de escritores católicos. 
  • La pulida traducción de Anna Casablancas Cervantes (la cual, por cierto, respeta los nombres de los personajes en vez de llamarlos Teresa, Bernardo, Ana o Juan, como sucede en otras ediciones).
  • La emotiva nota del editor, donde Jan Arimany expone las razones que le impelieron a recuperar este clásico de la literatura francesa.
Resumiendo: Thérèse Desqueyroux es harto recomendable. A mi juicio, no ha envejecido un ápice en lo que a contenido y forma respecta. Existen varias adaptaciones cinematográficas, pero rara vez me intereso por ellas cuando el material literario tiene tanta calidad.
También de François Mauriac en ULAD: Nudo de víboras

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Paco Roca y Rodrigo Terrasa: El abismo del olvido

Idioma: español

Año de publicación: 2023

Valoración: imprescindible

Hay libros que duelen y, sin duda, éste es uno de ellos. Sí, ya lo sé, se trata de un libro «de dibujitos», llamadlo como queráis, cómic, novela gráfica o incluso tebeo… pero eso no tiene nada que ver con la dureza de la historia que nos cuenta o, si acaso, la amabilidad del trazo de sus ilustraciones -más aún en el caso de las de Paco Roca, que resultan simpáticas e incluso entrañables, por atroz que sea lo que están representando- pone aún más de relieve, por contraste, la barbaridad, la inhumanidad de lo que estamos leyendo. En este caso, la crónica de unos acontecimientos que ocurrieron hace más de 80 años, pero cuyas consecuencias, aunque parezca mentira, aún no se han acabado de resolver.

Me explico: El abismo del olvido es una novela gráfica (¿reportaje gráfico, incluso?), obra del más que afamado dibujante valenciano Paco Roca y del también valenciano, pero periodista, Rodrigo Terrasa, sobre la excavación de una de las fosas comunes -en este caso, la 126, para ser exactos- del cementerio de Paterna, en las que están enterrados más de dos mil personas fusiladas tras la Guerra Civil española. Sí, lo habéis leído bien: no DURANTE, lo que podría considerarse algo horrible pero esperable, sino DESPUÉS. Gente que había regresado a sus hogares tras la guerra y que allí habían sido detenidos, por cometer, supuestamente crímenes de igual naturaleza y gravedad en el bando republicano durante la contienda, aunque parece que la mayoría de las detenciones se debió más a inquinas, envidias y revanchas personales que a esos supuestos crímenes. Esto mismo pasó en otros lugares de España, por supuesto, pero el caso es que los fusilados en el cuartel de artillería de Paterna, cerca de Valencia, fueron luego trasladados al cercano cementerio de la localidad para hacerlos desaparecer en las fosas comunes excavadas allí mismo, enterrados de cualquier manera, con nocturnidad y alevosía, como si se tratara de animales infectados. Ahora bien, lo que no podía prever la represión franquista es que el enterrador del lugar, Leoncio Badía, otro republicano que también había sido condenado a muerte y luego indultado, se preocuparía por dar a sus compañeros muertos el entierro más digno posible, por registrar dónde se encontraba cada uno con vistas a una futura exhumación (que no podía prever tendría que esperar hasta bien avanzado el siglo XXI) y por preservar alguno de sus efectos personales para entregárselos a la familias, tratando de procurarles un mínimo consuelo. Todo con suma cautela y discreción, claro está, para no acabar él mismo en una de esas fosas.

Leoncio Badía, maestro republicano reconvertido a la fuerza en sepulturero, es uno de los héroes de esta historia que narra unos hecho que poco tienen que ver con lo heroico, con las «hazañas bélicas» con que la ficción (más aún en el caso de los cómics) ha asociado a menudo esta temática. Héroes también son Pepica, la hija de unos de los ejecutados -o digámoslo claramente: asesinados-, que prometió a su madre que los restos de su padre descansarían junto a los suyos en el cementerio y no cejó hasta conseguirlo, casi a sus noventa años o los arqueólogos que han trabajado en ésta y tantas fosas a los largo y ancho del territorio español, para poner fin a una situación vergonzosa, a un oprobio que debería haber provocado, hace ya mucho tiempo, una reacción revulsiva en toda la sociedad y que si no lo ha hecho o no lo suficiente, es algo que no dice nada bueno de nosotros, me temo… Y no se trata de reabrir heridas o de ponerse en un bando o en otro, simplemente resulta realmente infame y aun abyecto pensar que nuestra sociedad del bienestar (a duras penas, aunque sea), del consumo desaforado y el disfrute por bandera se cimenta sobre los restos de tanta gente vilmente asesinada y humillada incluso tras la muerte, sobre el dolor de tantas familias y sobre su miedo durante varias décadas… y también sobre el olvido que durante otras tantas la España que presumía de abierta, moderna y democrática decidió echar encima, como las paletadas de cal viva y tierra que el infeliz, pero digno y lleno de humanidad, Leoncio se vio obligado a arrojar sobre los cadáveres de los ejecutados (por no hablar del laberinto burocrático al que se han visto abocados sus descendientes, además, cuando han pretendido recuperar sus restos).

No es esta la primera obra que Paco Roca dedica al tema de la memoria, ya desde el gran éxito que le supuso Arrugas, aunque también, en cuanto a la memoria colectiva (o a la pérdida de la misma), encontramos este tema en Los surcos del azar o Regreso al Edén; pero quizás en este caso, en colaboración con Rodrigo Terrasa, esta recuperación de lo que nos han querido o nos hemos querido hacer olvidar sea más necesaria que nunca. Porque el olvido es la primera piedra del muro que nos puede impedir ver la verdad y ya se sabe que la verdad es la primera baja de cualquier guerra… pero además, suele ser también la última. En España, en Latinoamérica, en Ucrania o en Gaza, da igual. Lo importante es que tal indignidad y tal alarde de deshumanización como las que se cuenta en este libro, no vuelvan a repetirse. Aunque haya quien esté dispuesto a hacer todo lo necesario para que eso ocurra…

Nota final: Para quien esté interesado y pueda acercarse, claro, en el Centro Cultural La Beneficència, de Valencia, hay hasta el mes de mayo una exposición sobre este tema que resulta de no menos interés y tan emocionante como el libro.
Otros libros de Paco Roca reseñados en Un Libro Al Día: Los surcos del azar, El invierno del dibujante

Ver Fuente

Javier Ceballos Jiménez: Genzaburo Yoshino: ¿Cómo vives?

Idioma original: japonés

Título original: Kimitachi ha dō ikiru ka (君たちはどう生きるか)

Traducción: Víctor Illera Kanaya

Año de publicación: 1948 (edición original sin censura en 1937)

Valoración: está bien

De los creadores de «Onda vital» y «A todo gas», nos llega la traducción de la más reciente y aclamada película de Studio Ghibli, «El niño y la Garza». En japonés, su título sería algo así como «¿Y ustedes, cómo viven?», pero pues en la película sale un niño y una garza, para qué complicarse.

Fuera de broma, esta vez se las tengo que dar por buena. El título de la película no nos dice nada a los que vivimos fuera de Japón. Sin embargo, para los habitantes de la isla, es un referente cultural. Hayao Miyazaki ha dicho en diversas entrevistas que a él le interesa hacer películas japonesas, para los japoneses. Y qué mejor manera de hacerlo que reinterpretando una obra arraigada en la cultura japonesa: “¿Cómo vives?”, de Genzaburo Yoshino. Spoiler alert, la única referencia directa de la película al libro está en el título. Si acaso, comparten temas de autodescubrimiento y comprensión del mundo.

En cuanto al libro, es una novela de formación centrada en Koperu, un estudiante de secundaria que navega por problemas éticos con la ayuda de su tío. Koperu es inquieto, emocional, curioso e inteligente, un modelo ideal de estudiante japonés. Su tío actúa como mentor, ofreciendo consuelo y orientación. El libro tiene algunos pasajes entretenidos sobre el estilo de vida durante la era Showa, además de algunos diálogos interesantes sobre temas científicos y dilemas morales. Uno de los aspectos a destacar es su accesibilidad. La novela está escrita de manera sencilla y clara, lo que la hace apta para lectores de todas las edades, razón por la cuál es casi de lectura obligatoria para los niños en Japón.

¿Cuál es el principal problema? Yo diría que es consecuencia directa de la intención del autor al escribir el libro. Originalmente estaba pensado como una especie de manual de ética para niños (principalmente de clase alta, según sus principales detractores). En lugar de presentar diálogos filosóficos y reflexiones introspectivas, como se pretende, el estilo narrativo de Yoshino es demasiado didáctico y moralista. Los personajes son simples vehículos de las ideas del autor, principalmente la figura del tío, el cuál es casi un sabio de moral intachable. 

Por último, hay que tener en cuenta que la edición que nos ha llegado es la edición revisada después de la segunda guerra mundial, por lo que se tuvo que retirar toda la propaganda imperialista, así como las críticas a Occidente. Probablemente esas ideas nos parecerían nefastas hoy en día, pero tal vez hiciera más interesante su lectura. La novela es un texto significativo que ha impactado a muchos lectores, y ya forma parte de la cultura japonesa, para bien o para mal. Sin embargo, alguien que la lea con el hype de la película de Miyazaki, va a quedar muy decepcionado.

Ver Fuente